Dulcibella, mujer en flor de edad, se hizo socia de un club nudista. Ahí conoció a un hombre, y tras una semana de noviazgo se casó con él. Le preguntó una amiga: “¿Te enamoraste de Pitón a primera vista?”. “A segunda -precisó Dulcibella-. Primero le vi la cara”. Maritornia, la muchacha de servicio de doña Panoplia, tenía ocho hijos, todos del mismo papá y todos habidos fuera de matrimonio. Le preguntó doña Panoplia: “¿Por qué no te casas con él?”. “¡Ni pensarlo! -exclamó Maritornia-. ¡No es mi tipo!”. Babalucas marcó el número telefónico de una agencia de mensajería. Le contestó una voz: “Estafeta”. “Me la saluda -respondió el tontiloco-. Pero el que quiero saber si está es el gerente”. Noche de bodas. El novio le dijo a su flamante mujercita: “Susiflor: debo hacerte una sincera confesión. Antes de conocerte tuve una relación sexual”. “Ah -replicó ella-. Entonces yo tengo que hacerte unas 40 sinceras confesiones”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue con su amiga Celiberia a una conferencia sobre historia. Relató el disertante: “Al general Cancanier lo hirieron en los Países Bajos”. La señorita Himenia le comentó a su amiga: “Me gusta este conferencista. Sabe decir las cosas sin ofender”. Doña Frigidia es la mujer más fría del planeta. En cierta ocasión fue al carnaval de Río y lo congeló. Su esposo la convenció de ir juntos a la consulta de un terapeuta sexual, pues ella se mostraba indiferente a la realización del acto conyugal. Ante el consejero la señora negó ser frígida en el renglón del sexo. Inquirió el especialista: “Cuando hace el amor con su marido ¿le gusta a usted alguna posición en especial?”. “Sí -contestó doña Frigidia-. Una que me permita seguir viendo la tele”. “Mami - le preguntó le niñita a su mamá-: ¿todos los cuentos empiezan con eso de: ‘Había una vez.’?». “No, hijita -respondió la madre-. Los que tu papá me cuenta para explicar por qué llegó tarde a la casa empiezan de otro modo”. Un señor le dijo a su amigo: “Mi hijo es antropólogo”. “Hermosa profesión -comentó el otro-, e importante”. Aclaró el señor: “Digo que es antropólogo porque conoce todos los antros que hay en la ciudad”. Hallazgo interesante hicieron los exploradores de los restos hundidos del Titanic. Encontraron un diario aún legible en el cual una pasajera escribió esto: “El piloto del barco se enamoró de mí perdidamente. Me pidió que me acostara con él, pues hacerme el amor era el máximo anhelo de su vida. Me dijo que si no accedía a su deseo estrellaría el navío contra un iceberg. Claro que no le hice caso. ¡Los hombres son tan exagerados!”. Motel Kamawa. Habítación número 210. Afrodisio, galán concupiscente, cortó ahí en flor la virginidad de Dulcilí. Al terminar el trance el lascivo amador sintió remordimientos. Le dijo a la muchacha: “Lo que acabo de hacerte no tiene nombre”. Replicó ella: “Si le pones apellido podrás hacerlo otra vez”. Llegó un sujeto a una casa de mala nota y le preguntó a la madama: “¿Hay entre sus pupilas una afroamericana?”. Quiso saber la doña: “¿Por qué la busca así?”. Explicó el individuo: “Es que se nos fue mi tía Liborita, y le estoy guardando luto”. Aquel hombre de negocios estaba de viaje. La víspera de su regreso a casa pasó la noche con una dama a la que conoció en el lobby bar del hotel. Apasionada era la mujer, tanto que le dio unos chupetones en el cuello que le quedaron marcados. En la imposibilidad de ocultarlos el viajero le explicó a su esposa a su llegada: “En el hotel había pulgas, y me dejaron estos moretones”. “Aquí también hay -repuso la señora-. ¡Si vieras cómo me tienen el busto y la parte interna de los muslos!”. FIN

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE

Historias de la creación del mundo.

El Señor hizo los cielos y la tierra.

Hizo el Sol.

Hizo la Luna.

Hizo las estrellas y todos los astros que ruedan por la infinita vastedad del cosmos.

Hizo el mar con todos sus pescaditos.

Hizo las montañas, los desiertos y las selvas.

Hizo los animales y las plantas.

Finalmente el Señor hizo al hombre.

Entonces el Espíritu lanzó un suspiro y dijo desolado:

-¡Qué lástima! ¡Tan bien que íbamos!

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“.En algunas regiones del Lejano Oriente los hombres trabajan sin otra paga que el arroz que comen.”.

Para comer sin hartarse

trabajan en modo atroz.

Algunos, por el arroz,

hasta llegan a casarse.