Cachondo era aquel joven, y al mismo tiempo rezador. ¿Pueden darse ambas características en un solo hombre? Pienso que sí. Se casó con una linda chica y empezó con ella la vida conyugal. Al poco tiempo la mamá de la desposada le preguntó a su hija: “Cómo te va con Pitagio?”. “Muy bien -respondió ella-. Por la mañana reza y luego me hace el amor. Por la tarde ora y luego me hace el amor. Y en la noche recita sus plegarias y luego me hace el amor”. “Ya veo -comentó la señora-. Se la pasa a Dios rogando y con el mazo dando”. El marido le dijo a su mujer: “¡Qué cambio hubo en mi vida! Antes de casarme contigo yo vivía en un pequeño departamento de una sola recámara y manejaba un cochecito compacto, pero a cambio tenía todas las mujeres que quería: morenas, rubias, pelirrojas. Ahora vivo en un departamento de lujo, grande, y ando en coche último modelo, el más caro del mercado, pero a cambio tengo una sola mujer: tú”. Replicó prontamente la señora: “Vuelve a tener las morenas, las rubias y las pelirrojas, y yo me encargaré de que regreses a tu pequeño departamento de una sola recámara, y que manejes otra vez tu cochecito compacto”. ¿Cuántos informes ha presentado López Obrador en lo que va de su sexenio? A fuerza de verdadero relator debo admitir que no han sido tantos como las estrellas del cielo o las gotas de agua en el mar, pero de cualquier modo son innumerables Pues bien: necesitamos uno más. Queremos que AMLO nos diga cuáles fueron los acuerdos formales a que llegó con sus homólogos de Estados Unidos y Canadá en la reunión de “los tres amigos” (je je), pues al menos a mí no me ha quedado claro cuáles fueron el fin y el final de ese encuentro, tan importante que hasta cubrebocas se puso AMLO para asistir y participar en él. A falta de esa información la junta de los presidentes ha dado hasta ahora la impresión de haber sido agua de borrajas, sopa de carrizo, ni chicha ni limonada, o sea ni fu ni fa. Diplomacia más que economía. Protocolo más que acciones. Cumplimiento: cumplo y miento. Algo no salió bien cuando una de las notas principales de la reunión fue la notable habilidad de la intérprete para traducir del español presidencial al castellano usual, y luego al inglés, el largo monólogo de López Obrador, quien cuando debe hablar aprisa habla despacio, y cuando debe hablar despacio habla de prisa. Esperemos que en sus próximas mañaneras el Presidente despeje las dudas que tenemos al respecto y nos informe qué llevó a Washington, y qué trajo de allá. De nuevo el chascarrillo que da fin a esta columna es de color subido. Es inexplicable que un relato de tal manera impúdico llegue a los tórculos, es decir las prensas. Quienes no gusten de leer narraciones que lleguen a los tórculos sáltense hasta donde dice FIN. Un oriental vino a México en plan de negocios. Lo llevaron a un antro de moda y ahí se enamoró a primera vista de una vedette de nombre Chicholina Pompisdá, que cantaba y bailaba como los propios ángeles la canción “Se murió mi gallo tuerto, qué será de mi gallina”, etcétera. Tan apasionado fue el súbito enamoramiento del hombre de Oriente por la curvilínea fémina que ahí mismo le propuso matrimonio. Respondió Chicholina, displicente: “El hombre que se case conmigo deberá regalarme un collar de esmeraldas y rubíes que me cubra el pecho. Los dos”. Ofreció ansiosamente el oriental: “¡Legalo! ¡Legalo!”. Continuó la vedette: “Además deberá comprarme un convertible último modelo”. Exclamó, vehemente, el individuo: “¡Complo! ¡Complo!”. Y sobre todo -añadió la Pompisdá- deberá medir 10 pulgadas”. Prometió, anhelante, el oriental: “¡Colto! ¡Colto!”. FIN.

Mirador.

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Esta cobija es saltillera, y pertenece a la clase de las llamadas “de lana y lana”.

Es de las que se tejían en los obrajes del bravío barrio del Águila de Oro. Pesa como plomo y pica como zarza, pero el calor que da nos aleja todos los fríos del cuerpo, y los del alma.

¿Cuántos años tiene la cobija viviendo con nosotros? Toda su vida, creo yo, y la mayor parte de la nuestra. La sacamos del clóset en estas noches gélidas y despide todavía su recio aroma a borrego de majada y campo. Cuando estamos seguros de que no nos oye le decimos “el chivo miado”.

Somos ingratos en verdad al apodarla así. Es cierto que al levantarnos después de habernos tapado con ella nos duele todo y algo más, como si nos hubiera pasado por encima una aplanadora. Es verdad que debemos poner entre nosotros y la cobija, a más de la sábana, una colcha gruesa, pues de otro modo parecería que habíamos puesto cilicios en la cama. Pero el calor que da, de sol o de mujer, compensa todas sus malignidades.

El chivo miado.

Ya no se hacen cobijas así.

Quién sabe si eso sea bueno o malo.

¡Hasta mañana!...

Manganitas.

Por AFA.

“. Escasean los circos en México.”.

Opinan los enterados

que del circo la carencia

se debe a la competencia

que le hacen los diputados.