Don Venerino fue a una casa de pecado. A consecuencia de eso contrajo una enfermedad de las que antes se llamaban “secretas” y que terminaban siempre por ser bastante públicas. Tan mal se vio que acudió a la consulta de un especialista. El médico lo revisó exhaustivamente. Preguntó don Venerino con temblorosa voz: “Doctor: ¿perderé mi parte de varón?”. “Mire, señor -respondió el facultativo-. Si la pierde será por culpa suya. Yo se la voy a entregar en un frasco de formol”. De vez en cuando es necesario quitar las telarañas que quedan después de hablar todos los días de las posiciones e imposiciones de la 4T. Entonces el escribidor vuelve los ojos a lejanías que tiene muy cercanas, y su recuerdo lo conforta y le da fuerzas para volver a la brega cotidiana. Este pasado sábado me reuní en Saltillo con un numeroso grupo de ateneístas, alumnos que fueron del Ateneo Fuente en el tiempo en que fui director de esa gloriosa institución educativa. Se trataba de ir preparando los festejos para conmemorar el 50 aniversario de la fecha en que el equipo de futbol americano del Colegio ganó un muy importante campeonato nacional, fasto suceso que esos muchachos de juventud madura guardan como uno de los más memorables acontecimientos de su vida. Ahí recordamos a Jorge Castro Medina, inolvidable coach del equipo, maestro y amigo, ser humano de calidad excepcional; al Padre Chapo- Jorge García Villarreal-, capellán del equipo, amable sacerdote que solía decir que el padre cuya compañía disfrutaba más era el Padre Kino, un tinto de excelente calidad; a don Juan Lobato, gran señor del deporte de las tacleadas; al licenciado Carlos Ayala, mecenas y animador del equipo rojo y blanco. Tomaron la palabra José Luis Dávila Flores y Alfio Vega, quienes han destacado en forma muy brillante en la vida comunitaria. José Luis evocó emotivamente las porras del Ateneo: “Ese equipo de doctores, ingenieros, abogados, bachilleres afamados, ese equipo sin igual. ¡Vamos, Daneses, a ganar!”, y Alfio recordó “aquella soleada mañana de un primaveral domingo cuando después de ganar el campeonato jugando contra un equipo invicto, Catón, nuestro director y admirado maestro, pronunció estas emotivas palabras: ‘Muchachos: ¡se han ganado su chaqueta!’». Ocasión agradabilísima fue ésa que congregó a quienes fueron, efectivamente, bachilleres afamados y que ahora son doctores, ingenieros, abogados, profesionistas todos y todos hombres de bien. Le pido a la Vida que me conserve la vida y la salud para poder acompañar a estos ateneístas en sus futuras celebraciones, todas tan merecidas, tan disfrutadas todas. Aquel señor andaba de viaje y pudo adelantar su regreso. Llegó a su casa en altas horas de la noche y entró en la alcoba con pasos tácitos, pues no quería despertar a su esposa, que no lo esperaba. La señora, sin embargo, sintió su presencia y le dijo: “No enciendas la luz, pues tengo una jaqueca horrible que me está matando. Por favor ve a la farmacia más cercana y cómprame un analgésico que me quite este dolor». Fue el esposo, en efecto, y le compró el medicamento a la señora. Pasaron unos días, y cierta noche el tal señor estaba refocilándose con mujer casada en el lecho conyugal de la liviana fémina. En eso -¡horror! -se abrió la puerta de la alcoba y entró con pasos quedos el esposo, que se suponía andaba de viaje. El amante se echó a temblar por el miedo de ser descubierto. No así la esposa. Con tranquilidad pasmosa le dijo a su marido: “No enciendas la luz, pues tengo una jaqueca horrible que me está matando. Por favor ve a la farmacia más cercana y cómprame un analgésico que me quite este dolor». FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.

En su sillón frailero Don Juan está leyendo un libro.

¿Qué libro lee este anciano que en su juventud nunca leyó? Lee el Quijote de Cervantes.

A Don Juan lo pone triste la lectura de este libro. Habría querido sentir él también un amor puro, algún amor ideal como el que sintió por Dulcinea el hidalgo de La Mancha. Todos sus amores, sin embargo, tuvieron más de cuerpo que de alma. Lo suyo fue la carne, no el espíritu; lo real, no lo ideal.

Don Juan pertenece a la cofradía de los hombres que aspiraron el perfume de la flor y ahora se entristecen porque en su jardín no hay flores ya. No deberían sentir esa tristeza. Ayer vivieron, ahora les toca recordar. Afortunados son: tienen recuerdos. Hay quienes llegan al final de su vida recordando sólo cosas que son para olvidarse.

El anciano cierra el libro y pierde la mirada en un paisaje que nada más él ve. En él viven memorias muy amadas, todas de mujer. En la penumbra de la habitación Don Juan sonríe. No está triste ya.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Problemas por la elección de dirigente de Morena.”.

Tanta pelea, tanto grito,

están fuera de lugar.

Sólo deben esperar

a lo que diga el dedito.