El Criminal Larrea

Grandes Protegidos

Aborrece que le tomen fotografías; incluso persigue a los profesionales que lo captan para comprarles las imágenes o pedirles que no las suban a las redes sociales, el terror de no pocos sujetos indeseables que deberían estrenar máscaras para no ser identificados en los restaurantes de lujo como los que están de moda, el Morton´s digamos en Las Lomas de Chapultepec. Germán Larrea Mota-Velasco es, sin duda, uno de los grandes criminales mexicanos y por eso se refugia de los celulares y las cámaras con mayor fidelidad para refugiarse exactamente igual cómo lo han hecho siempre los bandidos.

Su desvergüenza es tal que ni siquiera responde por el daño ecológico brutal causado al Golfo de Baja California –no Mar de Cortés como siguen leyendo los viejos lacayos-, al derramar sobre sus azules aguas, por los transvases de sus tuberías en Guaymas, nada menos que ¡tres mil litros de ácido sulfúrico! Una barbarie ecológica equiparable a algunas de las peores tragedias desde barcos hundidos con petróleo o plataformas incendiadas en mar abierto con funestas consecuencia para la humanidad toda.

Larrea Mota-Velasco no responde ni se despeina. La mayoría de los cotidianos suavizó la información permitiendo, en muchos casos, que pasara por alto con la penosa condescendencia del gobierno, sobre todo la SEMARNAT muy alterada por los daños comunales que puede causar la construcción del mal planeado aeropuerto de Santa Lucía –que tendría características similares al de Tegucigalpa, con un cerro en medio que obliga a maniobras de 45 grados para poder aterrizas; en lo personal, dado el caso, preferiré quedarme en tierra o viajar a un campo aéreo alterno-, y poco atenta a otros desastres naturales tan graves como el planteado.

No puede existir delito mayor que atentar contra México destruyendo su riqueza natural y asesinado a los obreros por mandarlos a las entrañas de la tierra en condiciones infrahumanas y bajo riesgos multiplicados por la negligencia empresarial y la burdas excavaciones de las minas; para colmo, el sindicato respectivo, el de Napito Gómez Urrutia, sólo celebra aniversarios sin ocuparse de los veneros de la muerte desde el cómodo escaño de su dirigente. ¿Corrupción? ¿O cómo llamamos a todo esto?

No debe el presidente de la República soslayar este llamado a la congruencia. ¿Quién está detrás de Larrea? ¿El poder económico universal o los satanes de la globalización? Por supuesto una cosa es cierta: el personaje rufián vive espléndidamente mientras siembra desgracias a su paso. ¿Esto no vale para urgir al cumplimiento de la justicia?

La Anécdota

Hace poco más de dos semanas, el abogado Juan Collado celebró la boda de su hija Mar con Gonzalo Zabala Junco. La plena aristocracia mexicana. Los invitados de honor fueron sus clientes, si bien sólo se difundieron retratos, en las revistas “rosa”, del anfitrión con enrique peña nieto.

Al ágape arribó, contratado por más de medio millón de dólares, el cantante internacional Julio Iglesias a quien ya le tiembla la voz a sus setenta y cinco años de edad –diez más que el actual mandatario mexicano-, pero con nombre tan impresionante que hace valer sus pobres asonancias. Y así y todo cantó por más de una hora.

Al término de su actuación, el anfitrión Collado, solicitó al artista que fuera a su mesa, en donde también estaban enrique peña y su nueva adquisición, Tania Ruiz, y le pidió hacer un largo “palomeo”:

--Te doblo tus honorarios si cantas conmigo –solicitó Collado-.

Ahora sólo falta que Collado le llame para que le ayude a “cantar” cuánto sabe el abogado “de los corruptos”.

loretdemola.rafael@yahoo.com