No queremos campañas

Un país en bancarrota

Definitivamente debemos exigir que cumplan, por primera vez, con su palabra: los partidos políticos con registro hablaron de destinar sus fondos y prerrogativas, en 2017, a la reconstrucción de la Ciudad de México y, sobre todo, de las poblaciones de Morelos, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Tlaxcala y Puebla, terriblemente dañadas por los terremotos de septiembre de ese año. Sólo el líder de MORENA, quien fue el primero en pronunciarse, decidió donar únicamente el veinte por ciento de sus participaciones económicas destinadas a las campañas por venir. Mintieron, como siempre.

Pese a ello, no puede negarse que, a punta de declaraciones y guerras verbales, se ha avanzado y mucho en materia de proselitismo barato. Por ejemplo, la salida de Margarita Zavala del PAN -¿alguien recuerda alguna aportación positiva de esta dama en sus treinta y tres años de militancia en la derecha?-, provocó una suerte de sacudida muy por debajo de la intensidad de los movimientos telúricos que derribaron edificios y dejaron en la indigencia a millones de mexicanos. Sin embargo, fue un buen distractor cuando aún no se despeja la emergencia y lo que menos nos importa es escuchar a las plañideras esperanzadas en lo imposible: la victoria de una aspirante independiente, manejada en las tinieblas por su desquiciado consorte, Felipe, blindada por los estipendios del mismo para poder cubrir los requisitos del INE, inalcanzables para cualquiera que no sea multimillonario.

Y no para allí: ahora, con todos los lastres de la amoralidad a cuestas, pretende fundar un nuevo partido, “México Libre” -¿será el propósito para liberarnos de borrachos?, pero si es así qué hace “jelipe” arreando-, logrando, hasta el momento, una hazaña singular: son más las firmas colectadas para que no se le dé el registro que las sonsacadas en cien asambleas viciadas. La nostalgia por el poder parece que se encuentra en cualquier cantina de mala muerte.

La guerra fue tremenda. Ricardo Anaya Cortés, el niño maravilla, estimó que Margarita actuó para favorecer al PRI para tratar de borrar sus pecados de complicidad; en realidad, el mayor beneficiario fue Andrés quien, cada vez hablando menos, avanzó más, gracias a los pésimos oficios políticos de sus adversarios, como él los llama pero a quienes odia por encima de la razón por el solo hecho de atreverse a competir con él, única luz brillante en el firmamento de la clase política. (Esto, claro, es lo que sostienen sus incondicionales, no yo que lo conozco bien). Y se olvidó de la estrategia y ahora, en la presidencia, habla hasta por los codos, revitalizado pero sin atender las advertencias de sus médicos. Y ya rindió su segundo informe en donde las incongruencias superaron, lo que ya es decir, a los hilos comunes.

En fin, NO QUEREMOS MÁS CAMPAÑAS POLÍTICAS. Que se aprovechen los espacios televisivos que mantiene, por ley, el gobierno, para los debates... lo más tarde posible para que no nos quiten el sueño y transcurran como las malas aves de paso.

La Anécdota

Mientras tanto, la secretaría de Hacienda, encabezada precisamente por el sustituto de Carlos Urzúa, Arturo Herrera, anuncia grises augurios porque no encuentra los recursos suficientes para poder paliar el costo de la emergencia que, aunque el silencio se imponga, sigue estando muy a la vista y sintiéndose en carne y hueso. El dolor puede transformarse en rencor y en rabia; tal es de extremo peligro para quienes quieren fraguar perspectivas políticas. Mientras, la pandemia desilusiona y harta sin remedio y con la lejana luz de una vacuna que es todavía utopía.

Sin liderazgos naturales y sin recursos financieros, México está, además, en una severa quiebra de valores, casi sin perspectiva de futuro y con la población herida sin disimular que tiene los puños cerrados.

Cuando duela el bolsillo no habrá fervor popular que pueda argüirse. Habrá pasado la euforia y vendrá un tiempo inseguro e incierto. No lo deseamos, pero vemos llegar la marabunta desde Wall Street. Afrontaremos una crisis peor que la de depresión de 1932 en México; y el presidente asegura que la economía está bajo control. ¿Existe una falacia mayor a ésta?

loretdemola.rafael@yahoo.com