Tiempo de Necios

Pecados Capitales

Soberbia y necedad van de la mano, profundamente unidas por la altanería política y la distorsión de los términos; así, los mandatarios se consideran mandantes y el presidente pretende ser, nada menos, simbiosis de patria, nación y estado. Algunos panegiristas lo definen aún como “el jefe de “las instituciones nacionales” sin reparar en la supuesta autonomía de los poderes Legislativo –el fundamental porque aglutina a la representación de la soberanía nacional según la tesis-, y al Judicial que debiera sacudirse ya la sombra del Ejecutivo y sus odiosas ternas.

Poco falta, a estas alturas de la transformación fallida (TF y no T4), que recobremos el lacayuno vocablo de “alteza serenísima” que Antonio López de Santa Anna se autoimpuso mientras perdía la mitad de nuestro territorio en humillantes enfrentamientos bélicos más aún cuando la victoria en El Álamo fue considerada un acto de barbarie sin parangón por la diferencia de fuerzas; nadie acota que se trató de la defensa de la integridad territorial de México que los texanos lograron hollar para después esclavizar a los mestizos y criollos antiguos dueños de la región. ¡Cuántas traiciones!

En la actualidad la sumisión de buena parte de los mexicanos se traduce en el penoso desfile de candidatos sin moral bajo el techo de las más altas y costosas complicidades; hay excepciones, claro, pero la mayor parte confirman una regla vergonzosa: las alianzas se vuelven turbias cuando en ellas enjuaga sus manos el llamado “primer mandatario” incluso en las fuentes de otros partidos. De allí la lisonjera actitud de “Alito” Moreno Cárdenas, presidente de un PRI arrodillado, quien será diputado plurinominal a costa de vender las brechas electorales para suavizar el paso de los morenistas, los priistas de ayer que tuvieron la habilidad de pasar a otro corral oportunamente... para sus ambiciones.

Tal el caso de los Monreal Ávila en Zacatecas en donde el ex Ricardo regaña al candidato David por su pereza indiscutible y la tremenda negligencia ante grupos disímbolos a los que deja plantados, esperándole, mientras los demás avanzan sin el aval del sanitario de Palacio a quien el Covid le hace lo que el viento a Juárez y no puede vencer al virus de la corona cada vez más dañino que el dolor de millones de mexicanos ante la pérdida de familiares y amigos.

Porque, sin duda, si en 1994, tras el magnicidio contra Luis Donaldo Colosio Murrieta, se impusieron los votos del miedo –sobre todo por el posible desbordamiento social que nunca ocurrió a pesar de la parodia neozapatista en la cual ya no es posible creer-, en 2021 puedo asegurar que será el dolor la pauta a seguir ante las urnas por encima de la torpe manipulación ejercida desde Palacio en las mañaneras, convertidas en clave del mal gobierno a falta de decisiones ejecutivas; claro si no se entromete la voluntad de AMLO negando todos sus antiguos y ya extintos ideales democráticos.

Porque para Andrés, y así quedará asentado en la historia con el reposo del tiempo, la democracia comienza y termina con él, con las victorias obtenidas y es repelente ante las derrotas como si, de verdad, no existieran causas torales, como el rencor, la frustración y el dolor, insisto, para desdeñarlo y castigarlo como ha sucedido con algunos de sus predecesores, digamos Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y, sobre todo, Enrique Peña. Todos desde el ya lejano 1982.

Violadores, caciques, narco-políticos, asesinos y, por supuesto, ladrones, van al asalto de los cargos en junio de 2021. ¡Qué la ciudadanía responda por la vía de la razón antes de llegar a los extremos!

La Anécdota

Siete son los intermitentes pecados capitales de la desaseada clase política:

1.- La soberbia que impulsa a considerarse superior a los gobernados.

2.- La ira que se demuestra ante las críticas y quienes la ejercen.

3.- La mediocridad que anula el sentido de los votos y los desvanece en el mar de la ineptitud.

4.- La ambición que coloca a los intereses personales y/o familiares por encima de los de la sociedad.

5.- La hipocresía que oculta la verdad para tratar de engañar a los gobernados sobre los descalabros del régimen y la valoración de la realidad.

6.- La apetencia por la sangre que se derrama sin pudor bajo una cada vez más extensa fuerza represora.

7.- La negligencia que posibilita la mentira mientras pasa cada período al amparo del techo de la impunidad.

Son siete pero pueden ser más.

loretdemola.rafael@yahoo.com