Estamos viviendo los momentos de la superación del pico de la pandemia en muchas partes del mundo, en los que comenzamos a ver una caída en la curva de contagios y la posibilidad de reabrir las actividades económicas de manera escalonada.

En distintas partes del planeta se comienza ver una luz al final del túnel, sin embargo, sabemos que el mundo al que vamos a regresar tendrá algunas diferencias con aquel que dejamos. Hoy todavía es difícil predecir cómo va a ser la nueva normalidad.

Un aspecto que para el análisis nos ha dejado esta pandemia es la diferencia de tratamiento entre los países asiáticos y los occidentales, como ciertos países como Corea del sur o la propia China lograron controlar de manera mucho más acelerada la pandemia que lo ocurrido en Europa o en los Estados Unidos.

Byung-Chul Han, influyente pensador en la actualidad, de origen coreano explicaba hace unas semanas los motivos por los que desde su punto de vista la pandemia fue controlada con mayor velocidad y de mejor forma en Asia que en Occidente. En ese artículo se preguntaba “(…) ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? (…)”, A lo que contestaba “(…) Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán, Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural paréntesis confusionismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa también confían más en el Estado (…)”.

Más adelante añade un aspecto que explica de fondo la diferencia: “(…) Ni en China ni en otros estados asiáticos (…) Existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data. la digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado no es lo mismo el individualismo que el egoísmo que por supuesto también está muy propagado en Asia (…)”.

Por ello es que se explica que en China haya 200 millones de cámaras de vigilancia, provistas de técnicas tan eficientes que son capaces de distinguir hasta los lunares en el rostro de las personas, su temperatura corporal, el momento en que salen a las calles, los lugares que ocupan en los medios de transporte público y ello se vuelve tremendamente útil para contener la pandemia. Si se descubre que una persona tiene mayor temperatura o que potencialmente puede estar infectado a todos aquellos que estuvieron sentados a su alrededor en un medio de transporte público les llega de manera inmediata un mensaje a su teléfono móvil. Si alguien que debe estar en cuarentena la rompe es fácilmente ubicable y con ello se tienen mayores controles.

Sin embargo, una situación de esta naturaleza se vuelve también preocupante para el futuro de la sociedad a nivel global, para los valores surgidos de los sistemas democráticos se basan en la libertad individual y la protección de datos personales. Una sociedad que por un criterio eficientista deje esto de lado terminará convirtiéndose en un lugar en donde los ciudadanos desaparezcan, las personas queden encerradas en sí mismas sin ninguna posibilidad de desarrollo, sin poder llegar a la plenitud. Así las cosas, se nos presentan dos problemas en contraposición: el de no estar preparados con medidas eficaces para los nuevos riesgos globales o el renunciar a nuestra ciudadanía y a la posibilidad de sociedades democráticas donde se proteja el desarrollo individual. Éste será uno de los retos del futuro inmediato.