Los Cantos rodados de Pilar Rius

Para Marisa Belausteguigoita, que tejió el puente

No es poca cosa tener en las manos el texto íntimo, desnudo y entrañable de Pilar Rius de la Pola, publicado por la editorial sevillana Renacimiento, en su colección Biblioteca de la Memoria (al que fui invitada a prologar). No lo es por muchas razones: por la admiración y respeto que me produce este ajuste de cuentas que a los ochenta y nueve años se ha propuesto una española republicana, que siendo niña, se exilió con su familia manchega en México, de donde también es, como ella misma lo afirma, y que construyó una vida académica destacada, una familia numerosa y un hogar en medio de batallas ganadas y perdidas. No es poca cosa porque al leer las líneas delicadas de su historia desde su presente de viuda y jubilada de la Facultad de Química de la UNAM, frente a la ventana de su casa donde escribe, en esos ires y venires de la memoria, veo las historias de los refugiados españoles en México, que me son cercanas. Cada una es imperdible y juntas escriben la memoria colectiva de una guerra fraticida, un éxodo doloroso y la adopción mexicana. La historia que nos comparte Pilar Rius es única, es la suya y es de todos porque además de la historia del desarraigo y el arraigo, de la reinvención de sí misma en nueva tierra, están las relaciones y afectos familiares que nos sostienen, y las de una mujer (de las mujeres) buscando su lugar entre el discurso y el hecho, entre la libertad, el espíritu crítico, la profesión, la ética, y las cortapisas de una época. Estos Cantos rodados, que son materia que se lima y pule a base de roces y tiempo, acompañan una vida marcada por el entusiasmo y los sueños, donde los quebrantos y dificultades, donde el dolor y los ausentes dan a la narradora, a Pilar Rius, una dignidad que la vuelve entrañable y cercana.

A este género de la escritura, los franceses lo llaman Memoire, nombre que se conservó en inglés, y que en la tradición hispanoamericana resulta poco frecuente encontrar: Memoria. Una memoria que no es autobiografía porque es un diálogo con el recuerdo mismo aderezado con la sabiduría adquirida con el tiempo. Es una toma de distancia que permite a la autora ver desde el hoy el camino recorrido, acentuando los hitos que marcan una vida y haciendo reflexiones que necesitaron del paso de los años para decantarse. La Memoria tiene la cercanía de los relatos hablados y la pausa de la vida sosegada. Entre las palabras despejadas de lo innecesario, uno asiste a la manera en que la luz y la oscuridad se entretejen en un tapiz en tercera dimensión. La vida, nos lo muestra la autora en este recorrido vívido y sincero, resulta ser la suma de nuestras decisiones y las que otros tomaron por nosotros, el diálogo con la historia y las ideas, nuestra pertenencia a la tierra, las costumbres, la familia y la posibilidad de crecer en la pérdida y la mudanza, en las ilusiones renovadas o los sueños anestesiados, y asumir la batalla y su final.

Pilar, la niña, vista desde la mujer mayor que se reúne con sus compañeras nonagenarias de la Academia Hispano Mexicana de tanta gloria educativa, repara en los juguetes que dejó detrás. Escuché desde la memoria detallada de mi madre la descripción de aquella muñeca que fue lo único que pudo elegir para llevarse consigo en el barco. Elegir ya era un privilegio, Pilar me lo hace ver. Se elige también entre los retazos de la memoria para crear el tapiz de la escritura.

Con qué honestidad nos acerca a las dificultades de una relación amorosa y un largo matrimonio con Imanol Belausteguigoitia, vasco y de ideas falangistas, el hombre del que se enamoró siendo muy joven, el padre de sus cuatro hijos, su compañero de vida, de quien quiere conservar los buenos recuerdos, pero le asaltan los otros, incluso el misterio de cómo pudo ser la vida entre ellos siendo tan distintas sus ideologías. Y sin embargo allí está el amor. Cuánta verdad comunica Pilar, despojando de fantasía las relaciones idílicas, cuán sincera es exhibiendo la oscuridad que la habita; el tráfago de vivir en el mundo donde se hacía lo que su padre y su marido decían.

Cantos rodados es un recuento del éxodo y la recepción solidaria de México, pero es mucho más que eso, Pilar Rius nos comparte desde el corazón de la memoria los avatares de una vida donde habita la verdad y la revelación de su devoción por la palabra, a la que hora se suma para que el canto siga rodando.