Típicamente, para hoy, esta columna ya estaría hablando acerca de las implicaciones internacionales de las elecciones en EU. Y por supuesto, esa es una revisión que ya estamos iniciando. No obstante, esta no ha sido una elección típica. Sigue habiendo demasiados aspectos que deben observarse con detenimiento.

1. Tal y como se previó, Trump sigue sin conceder su derrota. Según su postura, se ha cometido un fraude masivo en su contra. Su campaña ha iniciado decenas de juicios para disputar los resultados.

2. El partido republicano, salvo excepciones, ha cerrado filas en torno al presidente. Hay que entender por qué. Un aproximado 70% de quienes votaron por Trump cree que esta elección no fue libre ni justa (Politico y Morning Consult, 2020).

3. Es en ese contexto que hay que revisar la fase en la que se encuentra el proceso. Hay seis estados clave: Michigan, Pensilvania, Wisconsin, Nevada, Arizona y Georgia. Trump necesitaría revertir los resultados de tres de esos estados para ganar. Esto parece muy poco probable, pero no es imposible. Dada la lealtad que está mostrando el partido republicano hacia Trump, si los múltiples juicios se prolongan, diversos funcionarios y/o legisladores estatales podrían intervenir a su favor.

4. Hasta ahora la mayoría de los funcionarios electorales en esos estados, incluidos aquellos en donde el gobierno está controlado por republicanos, han dicho que no hay evidencia de un fraude premeditado de un tamaño tal que pudiese revertir los resultados.

5. Con todo, según Carothers, tendremos que acostumbrarnos a Trump en las tres etapas que le siguen: (a) su actual lucha por disputar los resultados electorales, (b) una potencial fase de Trump como opositor, controlando ampliamente el partido republicano y tratando de enfrentar al gobierno de Biden en todo lo que pueda, y (c) una siguiente fase de Trump como precandidato a la presidencia, lo que según se ha reportado, probablemente buscará para competir en 2024.

6. Dos temas internacionales. El primero, el reconocimiento internacional: la decisión de líderes en todas partes del globo, incluidos varios de los grandes aliados de Trump de felicitar a Biden por su victoria y darle trato de presidente electo. Esto refleja no únicamente una convicción y una apuesta por un resultado que, ellos consideran, eventualmente se confirmará, sino también la decisión política de jugar un rol a favor de una transición estable en EU por todo lo que ello implica para el mundo.

7. Hay un segundo factor: el daño que esta elección está provocando en cuanto a la proyección de poder de la superpotencia. «Estados Unidos se está destrozando a sí mismo», indicaba un titular de Le Monde. Estos elementos están siendo leídos tanto por aliados como por adversarios de Washington.

8. Ante ello, prevalece la conclusión de que la próxima administración estará mayormente concentrada en asuntos internos. Tanto por la pandemia y la situación económica, como por el contexto político del país, Washington, según se estima, no contará con la atención ni la energía para recuperar su liderazgo global. Incluso si hubiera voluntad por un presidente como Biden, sus capacidades serán limitadas. Pero además de ello, a estas alturas y bajo la situación que se vive en EU, parece difícil hacer apuestas de largo plazo. ¿Quién garantiza que Trump o alguien como él que sepa leer y movilizar a esas decenas de millones de votantes que creen en su discurso y en sus políticas, no recuperará o llegará a la presidencia en unos años? La desconfianza ha sido instalada y ya no se va a marchar.