Golpe, cae Evo; no más socialismo en Bolivia

Después de mantener casi 14 años el poder en Bolivia, bajo las siglas del Movimiento Al Socialismo (MAS), en los que su gobierno dio prioridad a los pobres, sobre todo a los indígenas, Juan Evo Morales Ayma, decidió este domingo 10 de noviembre renunciar a la Presidencia, al dejar de tener el respaldo del Ejército y la Policía, luego de tres semanas de protestas opositoras callejeras, acusándolo de presunto fraude electoral en las elecciones Presidenciales del pasado 20 de octubre.

Disturbios que amenazaban con radicalizarse todavía más entre los seguidores del mandatario y los opositores de ultra derecha avalados por el dictamen adverso al mandatario de 60 años, de los miembros de una misión  de observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA).

La advertencia del Jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kalimán, sería muy clara por la noche de este sábado 9 de noviembre, en su mensaje a través de la televisión en cadena nacional, en el que le recomendaría renunciar “para recuperar la paz en la nación sudamericana”, lo cual sería considerado como la consumación de un Golpe de Estado, por el máximo líder del país y su vicepresidente Alvaro García Linera, en otro anuncio televisivo emitido ya fuera de las instalaciones de Palacio Nacional.    

Yuri Calderón, el jefe de la Policía Bolivariana, por aparte, pero coincidente con la decisión castrense, pediría también la dimisión del mandatario de origen indígena, que daría durante su gestión prioridad a sus iguales, mejorando sus condiciones generales, lo mismo que a los pobre del país.

De nada serviría que por la madrugada, el ahora derrocado Presidente, se haya comprometido a realizar una segunda vuelta de elecciones, una vez que la oposición liderada por Carlos Mesa fuera respaldada por una misión de observadores de la Organización de Estados Americanos, que encontrarían “irregularidades” en los comicios de octubre, por lo que exigían la realización de una segunda vuelta.

La soberbia del gobernante, que reiteraba constantemente tener a su favor la simpatía de la mayoría de sus conciudadanos, le llevó a cometer el mayor error de su vida política, al haber ordenado la noche de la elección, que durante más de una hora “se cayera el sistema de cómputo” del Tribunal Supremo Electoral, en los momentos en que superaba por diferencia mínima a su contrincante, al contabilizarse el 84 por ciento de los votos.

Más, cuando aún sin haber emitido su veredicto la máxima institución calificadora de los comicios, se declarara triunfador absoluto de la contienda Presidencia, el jueves 24 de octubre, con lo cual ampliaría su mandato constitucional hasta el año 2025.

Hasta ese momento, el recuento, con  casi 99 por ciento de los sufragios escrutados, establecía en principio la victoria de Evo, sin necesidad de una segunda vuelta electoral, al acumular 47 por ciento de las boletas emitidas a su favor y 36.6 por ciento para Mesa, superando apenas los 10 puntos requeridos para no realizar una nueva elección.

Ese sería su segunda falla, al no esperar que se completara el conteo del uno por ciento restante, permitiendo más la especulación opositora sobre un supuesto fraude, que motivarían la inducción de más manifestaciones en su contra, sobre todo en las principales ciudades de Bolivia.

Sintiéndose dueño de la situación, el aún mandatario alentaría más la condición de “víctima” de su rival Carlos Mesa, su antecesor (2003-2005), al acusarlo de “no solo haber sido un cobarde, sino que es un delincuente”, mientras enderezaba de igual forma sus sospechas contra la misión de la OEA, de estar con el Golpe de Estado“.    

Un señalamiento del gobernante del Movimiento al Socialismo, en el que ya desde entonces reiteraba su teoría de su derrocamiento, que estaba ya detrás de  todos los disturbios organizados en su contra por el supuesto fraude electoral, desde el día siguiente de los comicios, por los grupos oligárquicos, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

Confiado en lo que consideraba su gran popularidad, caería en el juego del secretario general de la Organización de Estados Americanos, el uruguayo Luis Leonardo Almagro Lemes, enemigo de los gobiernos proclives al socialismo en América Latina, al ceder finalmente en la madrugada del sábado 9 de noviembre, a la presión de sus observadores, así como de los países de la Unión Europea y la misma Casa Blanca, para llevar a cabo una segunda votación.

Cae Evo Morales y con él, el derrumbe de una de las banderas más importantes de los llamados movimientos de izquierda en América Latina, que tienen en el Presidente de Venezuela, el principal objetivo, que hasta ahora no ha sido derrocado por la intervención política abierta y los cuantiosos financiamientos a su favor, de los gobiernos coincidentes de Rusia y China.

De nuevo la mano del militarismo inducido por Estados Unidos, en una Región aparentemente libre de este tipo de injerencias vinculadas con las estrategias desestabilizadoras de la Agencia Central de Inteligencia, que nos hacen recordar el sangriento Golpe Militar en contra del Presidente Salvador Allende, en Chile, encabezado por el comandante de las Fuerzas Armadas, general Augusto Pinochet, en septiembre de 1973.

Violencia extrema en las calles de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y otras importantes urbes de Bolivia, con saldo de varios muertos y centenares de heridos, durante los enfrentamientos de rivales políticos, como de la represión de las fuerzas militares y policiales fuera de control del Presidente Morales.

Todavía el mismo 28 de octubre, en que el líder boliviano se declarara triunfador de la elección Presidencial, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, felicitaría vía su cuenta de Twitter a su homólogo Juan Evo Morales Ayma, por su reelección, “en elecciones libres y democráticas”, al igual que a Alberto Martínez, ganador en Argentina, al derrotar al mandatario saliente Mauricio Macri, invitándolos a visitarlo en México. Solamente el segundo pudo asistir apenas hace unos días a un encuentro en Palacio Nacional.

Las primeras noticias de la posición militar-policial, contra el gobernante sudamericano, motivaron de la Cancillería mexicana un primer mensaje digital, este domingo 10 de noviembre dirigido a la opinión pública nacional y mundial:

“En Bolivia hay una operación militar en curso, la rechazamos, es similar a aquellos trágicos hechos que ensangrentaron nuestra América Latina el siglo pasado. México mantendrá su posición de respeto a la democracia y las instituciones. Golpe no”.

La respuesta posterior del gobierno mexicano ante el derrocamiento de su aliado boliviano, se daría mediante el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaoubon, quien ofrecería asilo político a Evo Morales, así como de inmediato lo haría con 20 funcionarios gubernamentales y legisladores que ya se encuentran en la sede diplomática de México en La Paz.

Y quien de paso llevaría agua a su molino, de la desgracia de su colega andino y del pueblo boliviano que llora a sus muertos y cuida de sus heridos por la represión, sería el Presidente López Obrador, para abonar su conducta pacifista “de evitar masacres”, frente a un crimen organizado que le ha contestado con balazos, como ocurriría con el ataque sanguinario a integrantes de la familia Le Barón, en los límites de Sonora y Chihuahua, el pasado lunes 4 de noviembre:

“Reconocemos la actitud responsable del Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien prefirió renunciar a exponer a su pueblo a la violencia“.

El ahora ex mandatario está consciente de que desde el momento de su renuncia, se ha convertido en un objetivo de persecución captura para sus opositores, por lo que en su mensaje difundido desde un lugar anónimo, vía su cuenta de Twitter, por la tarde-noche del domingo, adelanta:        

“Quiero que sepa el pueblo boliviano, no tengo por qué escapar, que prueben si estoy robando algo. Si dicen que no hemos trabajado, vean las miles de obras construidas gracias al crecimiento económico. Los humildes, los pobres que amamos la Patria vamos a continuar con esta lucha.

“Hemos estado en el Gobierno 13 años, nueve meses y 18 días gracias a la unidad y voluntad del pueblo. Nos acusan de dictadura los que perdieron ante nosotros en tantas elecciones. Hoy Bolivia es una Patria libre, una Bolivia con inclusión, dignidad, soberanía y fortaleza económica”.

No se equivocaría en su visión el mandatario, pues la cacería contra sus más importantes colaboradores ha dado comienzo después de dar a conocer su dimisión, siendo la primera en la lista, para avivar los fuegos del odio, la   ex presidenta del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia, la funcionaria de origen indígena, María Eugenia Choque Quisque, quien sería detenida y encarcelada en horas de la tarde, por agentes del Departamento de Análisis Criminal e Inteligencia (DACI), de la Policía Bolivariana.

Sometida sin mayor protocolo bajo los cargos de “ilícitos penales y electorales vinculados al cómputo de los resultados oficiales del domingo 20 de octubre de 2019”, que diera el triunfo a Evo Morales.

Cargos que se sustentan en las observaciones manipuladas de la misión de la OEA. La funcionaria había presentado días antes su renuncia con carácter de irrevocable, al vicepresidente Alvaro García Linera, en la que expresaba, que su decisión obedecía a su voluntad de someterse a cualquier investigación justa en apego a los derechos humanos y normativa del país.

El intervencionismo de la Organización de Estados Americanos y su secretario General, quedaría evidenciada en las primeras horas del domingo, al dar a conocer un nuevo informe que reactivaría odios, al reiterar la existencia de “serias irregularidades en el cómputo de resultados de los comicios, tras los que el órgano electoral dio vencedor al Presidente Evo Morales, para un cuarto mandato

consecutivo”.

Una vez concluida la primera fase de la lucha por el poder, con la renuncia del gobernante, no obstante su certeza de  haber ganado la elección, el argumento de retirarse para evitar mayor derramamiento de sangre entre sus seguidores y opositores que cuentan con el apoyo de los militares y policías golpistas, así como del gobierno de Estados Unidos y del secretario General de la OEA, obedecería en el fondo al riesgo de ser asesinado.

Por la noche de este lunes 11 de noviembre, emisarios de la Cancillería de México, trasladaban sano y salvo en un avión especial de la Fuerza Aérea Mexicana, al derrocado mandatario boliviano, que arribaría en horas de la noche a la capital del país.  

Un hecho histórico que ocurre días después de que el Presidente Andrés Manuel López Obrador, ha declarado que durante su mandato, en México no ocurrirá ningún Golpe de Estado, porque cuenta con el respaldo de la mayoría de los mexicanos, así como de las Fuerzas Armadas.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.