El engaño de López Gatell al Presidente y a México

El Presidente Andrés Manuel López Obrador, es víctima de sus propios actos y excesos de confianza en su asesor, el epidemiólogo Hugo López Gatell Ramírez, que en materia de combate al Coronavirus, ha sembrado vientos y ahora cosecha tempestades, que lo mantienen confinado, en la habitación principal de Palacio Nacional.

Un factor también clave en esta situación de alto riesgo para el titular del Poder Ejecutivo Federal, es el de que ninguno de los integrantes de su Gabinete, principalmente el secretario de Salud, Jorge Alcocr Varela, se atrevería, a por lo menos recomendarle prudencia y sometimiento a las sugerencias hechas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a gobernantes y población en general, de aplicar medidas preventivas, entre las que destacaba de manera prioritaria el usar el cubreboca.

En algún momento, el 30 de julio de 2020, molesto seguramente por las críticas y cuestionamientos sobre todo de diputados del Partido Acción Nacional, en el sentido de que era un mal ejemplo para los habitantes del país, su negativa permanente a utilizar este elemental sistema protector de nariz y espacio bucal, respondería que solamente lo usaría, en el momento en que “ya no haya corrupción en México”.

Un reto permanente al peligro del Primer Mandatario que sorprendería al no ser afectado por el letal Covid-19, hasta este domingo 24 de enero, en que anunciaría personalmente en su cuenta de Twitter, estar contagiado, en los momentos en que el país alcanza cifras alarmantes de decesos (150 mil 273), e infectados (un millón 771 mil 740), en todos los estratos de la sociedad nacional, que superan en más del doble el pronóstico de “catástrofe”, realizado por el epidemiólogo de Palacio, el subsecretario de Salud Hugo López Gatell Ramírez, de llegar a los 60 mil decesos.

Sí, el mismo que desde el 27 de febrero pasado, se ha deslizado a la fecha, por el tobogán de la comodidad de las cifras, sin que pusiera en práctica un mecanismo gubernamental serio, apegado al conocimiento y a la experiencia internacional, dirigido a la tarea preventiva, dedicándose exclusivamente a la curativa, que fracasaría al no estar preparadas las instituciones del Sector Salud, ni en infraestructura y equipos, como tampoco en personal médico especializado, para atender la emergencia nacional derivada de la pandemia.

El López Gatell Ramírez, que para congraciarse con el Jefe del Ejecutivo Federal, llegaría a maximizar la imagen del Primer Mandatario, hasta convertirlo ante los mexicanos en una especie de hombre invencible, cuando la OMS reiteraba a todos los gobernantes del planeta realizar pruebas masivas a la población, para tener una precisión mayor de la magnitud de la afectación en cada uno de los países. Se atrevería a afirmar el 15 de marzo de 2020, que someter a López Obrador a este procedimiento. “No tendría ninguna lógica científica”, por lo que se descartaba.

Por aquellos días, los datos del último reporte oficial, ya desde entonces manipulados por el subsecretario de Salud, únicamente precisaban la existencia de 53 casos confirmados de Coronavirus y 176 casos sospechosos, con ningún fallecimiento.

Menosprecio del funcionario federal, en los momentos en que en el norte de Italia, o en Francia y España sucumbían miles afectados por la terrible enfermedad, patentizaría radicalmente su rechazo al organismo de Naciones Unidas: “No sirve de nada saber si es positivo o negativo, porque l atención médica de una persona con Covid-19, es exactamente igual se sepa que tiene o que no tiene el virus”.

Delante del Jefe de la Nación, en el desarrollo de la conferencia de prensa mañanera, de mediados del tercer es del año, reiteraría que “la idea de que el Presidente tiene que hacerse la prueba, es una visión completamente fuera de lugar en términos científicos. Afortunadamente goza de una buena salud y a pesar de sus 66 años de edad no es una persona de especial riesgo”.

Mostrando una conducta temeraria y cortesana, en los momentos en que mucho se desconocía todavía del desarrollo y efectos colaterales del Covid-19, López Gatell Ramírez, se atrevería a aseverar: “Casi sería mejor que padeciera coronavirus porque lo más probable es que se va a recuperar y va a quedar inmune y ya nadie tendría esta inquietud en él».

Días en los que López Obrador, confiado en “la experiencia del epidemiólogo” especializado en la afamada Universidad estadounidense de John’s Hopkins, iba más allá de la prudencia en las giras que realizaba los fines de semana en la provincia, donde abrazaba y besaba a niños, ancianas y jovencitas, que se acercaban a manifestarle su afecto.

Vendría el obligado cuestionamiento: ¿Si llegara el Presidente a ser portador y va a las zonas de alta marginación, podría contagiar?

La respuesta de Hugo López Gatell dejaría a la comunidad médica y científica del país, sorprendida: “La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.

Iría más a fondo en su defensa: “Desde el punto de vista técnico el señor Presidente es una persona y como persona hay que respetarla igual que a todas, sus derechos de privacidad, nadie tiene porque estar acosando al señor licenciado Andrés Manuel López Obrador como persona, esa es su privacidad y él tiene su derecho. Cuidar al Jefe de Estado es responsabilidad nuestra, pero los mecanismos no son hacer recomendaciones generales para que aterricen al Presidente. Afortunadamente goza de buena salud, y aunque tenga 60 años no quiere decir que sea una persona de especial riesgo”.

Situaciones relevantes en la relación Primer Mandatario-subsecretario de salud, que en esa misma ocasión llevaría a López Obrador a expresar: “Yo me ajusto al protocolo de salud, porque si hace falta, entonces yo me hago la prueba del coronavirus”, mientras volteaba hacia donde se encontraba López Gatell Ramírez, para preguntarle si era necesario, a lo que éste la contestaría que no.

Pasarían tres días, para que el titular del Poder Ejecutivo Federal, en otra de sus acostumbradas mañanera, tocara nuevamente el tema hasta ese momento de números bajos de infectados del Coronavirus, para externar su certeza ante las cámaras de televisión y reporteros de medios impresos, de radio y virtuales, que sentía tranquilo y sereno ante la pandemia, porque, revelaría, que en su cartera traía un amuleto conocido como “El Detente”, que siempre le brindaba protección. Por si había dudas, lo sacaría para mostrarlo a los ahí presentes y a los habitantes del país.

Y para rematar en sus convicciones personales, afirmaría que, “el no mentir, no robar y no traicionar, ayudan al ser humano a que no le dé Covid-19.  El escudo protector es la honestidad eso es lo que protege, el no permitir la corrupción. Miren, este es el detente. Esto me lo da la gente, son mis guardaespaldas. Igual, esto es muy común en la gente. Y tengo otras cosas porque no sólo es catolicismo, también religión evangélica y librepensadores, que me entregan de todo, y todo lo guardo porque no está demás».

Recuento de las ideas y creencias del tabasqueño Andrés  Manuel López Obrador, que se mostraba confiado, apoyado en la información que le proporcionaba López Gatell Ramírez, aseveraba: “Ya vamos a estar más tranquilos, estamos tranquilos, pero vamos a estar más tranquilos porque ya vamos a tener hecho todo lo que se va a aplicar en el caso del agravamiento de la crisis”.

Creciente influencia manipuladora que convertiría en autoridad todopoderosa al especialista en epidemias, que llevarían declaraciones totalmente fuera de lugar, acuñadas en frases que nadie creía y menos actualmente en que todo ese mundo de fantasía se ha desplomado, al no ocurrir ningún “aplanamiento” del Coronavirus y menos aún, en “estar cerca de la luz al final del túnel”.

Tiempos por demás complejos que tienden a empeorar, al no encontrarse una solución definitiva que derrote al letal virus que sigue causando estragos alarmantes tanto en la población mexicana como mundial, sin que el descubrimiento y fabricación de vacunas en laboratorios de las naciones más avanzadas, garanticen un freno radical en el número de muertos y contagiados, al ser en principio insuficientes.

Y lo más preocupante, que en mientras en Estados Unidos, el nuevo gobierno del demócrata Joe Biden ha impuesto restricciones más severas al turismo extranjero que los visita, al condicionar su acceso no solamente a la obligada visa, sino a portar un certificado que asegure que el portador no es positivo al Covid, deberá someterse ahora a una cuarentena antes de poder salir a la calle.

Nada que ver con lo que ocurre en México, donde la prioridad del gobierno federal ha sido en la época de mayor contagio en el transcurso del año y su temporada de fin de 2020, ofrecer los accesos a los más importantes centros turísticos y en general de toda la república, a los visitantes de todos los rumbos del planeta, sin exigir ni pruebas ni confinamientos.

Primero el dinero, como Dios de una autoridad federal, que con tal decisión de la no restricción, lograría su objetivo de pasar del séptimo lugar mundial como receptor turístico, al tercero, con daños que han empezado a reflejarse en la multiplicación de casos de contagios y fallecimientos entre la población local.

Datos que se acumulan negativamente para un México que se complica y que muestra que el Coronavirus no respeta jerarquías como la del Presidente de la República, como tampoco la de uno de los hombres más ricos del mundo, el empresario Carlos Slim Helú, quien este lunes 25 de enero, revelaría que también está contagiado desde el pasado jueves.

Vaticinios nada optimistas desde noviembre de 2020, realizados por la Universidad de Washington, que estimarían que México tendría para marzo de 2021 un acumulado de 152 mil decesos, si continuaban relajándose las medidas sanitarias.

Una cantidad que ya desde ahora se

observa que estará por encima de tales expectativas, por lo que ha recomendado al gobierno mexicano modificar su estrategia de combate al Coronavirus, para estar en posibilidad de reducir el número de infectados y fallecidos, en especial mediante el convencimiento del uso masivo de cubre bocas.

Una advertencia que ha sido pasada por alto por el epidemiólogo de Palacio, que establecía la necesidad de crear medidas más estrictas para disminuir en enero el número de personas contagiadas y el promedio de 500 muertes diarias observadas a fines de diciembre.

Algo, que por lo pronto se ve fuera de control y con un desbordamiento alarmante de la epidemia pandemia, al reportarse oficialmente más de 20 mil contagios diarios y hasta mil 500 decesos en un   día, en las primeras tres semanas del primer año de 2021.

Nueva y grave crisis que bien podríamos definir como aterradora, que vislumbra en la inmediatez una situación caótica, no solamente en materia de salud, sino para la economía familiar, pero no así de los mega negocios, que como en el caso de los grandes consorcios hoteleros transnacionales, por enésima vez han demostrado su poder ante la autoridad federal, por encima de la vida de 130 millones de mexicanos.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.