Desde estas latitudes, Europa es un referente de avances en muchas materias, particularmente en derechos de las mujeres; sin embargo, hoy se puede observar un intento de retroceso en varios países del Este.

Se trata de los cuestionamientos al Convenio del Consejo de Europa, suscrito en Estambul, sobre prevención y lucha contra la violencia hacia la mujer y la violencia doméstica de 11 de mayo del 2011. Este instrumento europeo se dio 17 años después de que en América contáramos con la Convención de Belem do Pará.

El 20 de marzo pasado, el gobierno turco publicó que abandonaba el Convenio por “promover y normalizar la homosexualidad entre la población”, además de “socavar las estructuras familiares, fomentar la violencia y el incremento en los divorcios”, “algo inaceptable e incompatible con los valores sociales y familiares” de este país transcontinental.

El gobierno de Polonia también había anunciado su intención de dejar el Tratado que ratificó en 2015, señalando que no respeta la religión y promueve la controversial “ideología de género” porque en el Convenio hay una definición social y no biológica del género. El Parlamento polaco votó esta semana por enviar a los comités parlamentarios que van a examinar el caso, un documento llamado “Sí a la familia, No al género” y llama a los países del Este de Europa a abandonar el Convenio de Estambul.

El tribunal Constitucional de Bulgaria resolvió, en 2018, que el Tratado era inconstitucional y el Gobierno determinó que el Convenio no será sometido al Parlamento a ratificación hasta que no haya consenso social. El argumento es el mismo: “fomentará el matrimonio homosexual y un tercer género”.

Por su parte, el Parlamento de Hungría, en mayo del 2020, aprobó una declaración por la que se negaba a ratificar la Convención de Estambul. Eslovaquia también ha mantenido la ratificación congelada y Rusia y Azerbaiyán no lo han suscrito.

Las reacciones desde Europa occidental han sido unánimes: “Ni las tradiciones culturales, ni religiosas, ni otras tradiciones nacionales pueden servir como excusa para ignorar la violencia contra las mujeres”. Hillary Margolis de Human Rights Watch, ha señalado que “lo principal que estamos viendo es una campaña de desinformación sobre la Convención y lo que representa y pretende”. “Se está distorsionando para crear pánico en torno a la idea de que las familias, los valores y que los sistemas nacionales están bajo ataque, cuando, por supuesto, eso es completamente falso”.

Para los expertos y activistas que respaldan el Tratado, sigue siendo importante que los países, sin importar las inclinaciones políticas de sus gobiernos, sigan comprometidos en poner fin a la violencia contra las mujeres. Querer retrasar o posponer la instrumentación de políticas públicas urgentes solo porque el Convenio señala que los roles de género son una construcción social, es un despropósito.

La comentada visita de Ursula Von der Leyen y Charles Michel a Turquía esta semana, tuvo el cometido de remarcar que no puede haber retrocesos en materia de derechos humanos y que el respeto por los derechos fundamentales es crucial para la Unión Europea. Habrá que seguir de cerca este proceso que hoy tiene enfrentado al continente europeo, pero que está latente en otras regiones del mundo. El punto pareciera sencillo: mantener modelos de dominación y exclusión o erradicarlos.

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