Leer y releer noticias viejas es prudente; releer informaciones no tan viejas, ante el nuevo desorden mundial es necesario. Al margen de las posibilidades de cambiar un mínimo las catástrofes que se avecinan, la mayoría debidas a la estulticia, contumacia y estupidez de los políticos contemporáneos, opinar es prudente. ¿Empeorará el mundo o seguirá igual? Sobran aves de mal agüero: cambio climático, guerra en Europa, pobreza per se, miseria debido a la pandemia, fanatismos en ascenso y un etcétera lamentablemente inacabado.

En agosto de 2019 se publicó la siguiente noticia: Cambiar la alimentación para sobrevivir. El subtítulo deprime: El panel de expertos de la ONU aboga por transformar el modelo alimenticio para frenar la crisis climática. El 10% de todos los gases de efecto invernadero procede del derroche de comida. Doble nocaut: la supervivencia de decenas de millones de seres humanos depende de la distribución de alimentos mientras que el desperdicio de comida aumenta los problemas del cambio climático. La humanidad no tiene remedio. La condición humana es el título de una novela de André Malraux y del ensayo de Hannah Arendt. Ambos trabajos retratan con sabiduría a nuestra especie. La barbarie nunca ha desaparecido: es parte de nuestra condición.

De acuerdo al Banco Mundial “el hambre ha aumentado desde 2014 debido a los conflictos, las crisis económicas y los fenómenos meteorológicos extremos. Según la Organización para la Alimentación y la Agricultura, 688 millones de personas sufrían hambre en 2019, en comparación con 624 en 2014”. El fracaso es inmenso: Los precios mundiales de los productos básicos agrícolas se elevaron 40 % en junio de 2021 en relación a enero de 2020; la guerra emprendida por el tirano Putin ha incrementado el costo de los cereales, el precio del trigo se ha duplicado y la distribución a países africanos se ha entorpecido.

Aunado a lo anterior, la pandemia aumentó la “inseguridad alimentaria aguda”, esto es, “… el momento en que la vida o los medios de subsistencia de una persona están en peligro inmediato debido a la falta de alimentos”: cerca de 300 millones de personas son víctimas de esa situación. En el mismo contexto, la ONU ha informado que más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento debido a mala alimentación; las consecuencias son obvias: competir en el mundo les será imposible. La malnutrición se asocia y produce un sinnúmero de enfermedades.

Cuando se cavila en el demonio del hambre imperan desasosiego y falta de esperanza; una de cada nueve personas en el mundo padece hambre, y una de cada tres mujeres en edad reproductiva tiene anemia. La otra cara del hambre, la obesidad adulta ha aumentado en los últimos años. Uno de cada ocho adultos tiene sobrepeso. México como México: ¿cuántas personas sacian su apetito ingiriendo guajolotas: bolillos rellenos de tamal?

Los responsables de distribuir alimentos informan con asiduidad. En el mundo, sostienen, hay comida suficiente. No se distribuye por (sin)razones humanas: guerras, sequías debidas al cambio climático, refugiados cuya localización geográfica complica la distribución de alimentos, poblaciones nómadas por temor a sus congéneres. Los expertos repiten y se repiten: hay comida suficiente para todos, el problema radica en su pésima distribución. Cito: “En el mundo se produce suficiente comida para alimentar hasta 10 mil millones de personas cuando hoy la población ronda los siete mil 600 millones. Con el 25 % de la comida que se desperdicia se podría alimentar a 870 millones de personas con hambre”. Releer noticias “viejas” cuestiona y deprime: La contumacia de nuestra especie es ilimitada.