Derechos humanos y migrantes

Congreso de la Unión.- Al margen de la problemática económica, política y social que afrontan las naciones con bajos niveles de desarrollo convirtiéndolas en expulsoras de miles de migrantes, este sector de la población es el que más ha resentido los cambios producidos por la globalización mundial debido a que en las legislaciones de los países persisten disposiciones que establecen marcadas diferencias entre nacionales y extranjeros.

Dichas legislaciones igualmente ordenan numerosos requisitos y condiciones para obtener documentos que permitan la entrada, tránsito y salida de las personas de distintas nacionalidades, sanciones en ocasiones inhumanas en casos de migrantes ilegales, con lo que se eliminan las posibilidades de movilidad segura de las personas.

La globalización abarca no solo los temas económicos o comerciales, también involucra los ámbitos jurídicos, políticos, culturales, ambientales, medios de comunicación, internet, tecnología, derechos humanos, entre muchos otros.

No se cuenta con una sola definición debido a su amplio espectro, aunque se reconoce que su influencia es principalmente económica, así como también los efectos y consecuencias que tiene en los flujos migratorios a nivel mundial.

En todo el mundo, no solo se ha limitado el acceso a una migración legal, pues en el intento de controlar el fenómeno migratorio se han cometido excesos al discriminar y penalizar a las personas por su origen, lo que tiene como consecuencia violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México tiene el paso migratorio de mayor flujo en el mundo debido a la frontera que comparte con Estados Unidos en la que cientos de miles de migrantes originarios de países centroamericanos, sudamericanos o del Caribe y en menor cantidad personas de África y Asia en situación irregular transitan cada año a través de nuestro país con el objeto de llegar a la Unión Americana.

No obstante, organismos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, reconocen que aún hay escasez de datos y cifras sobre migración que sean de calidad y con la cantidad suficiente de información que puedan ser de utilidad para afrontar y cumplir con las metas de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y el Pacto Mundial sobre Refugiados.

Por ello uno de los propósitos es contar con información confiable, oportuna y comparable necesaria para facilitar e identificar a los grupos migratorios, las causas reales y de fondo de las migraciones y las situaciones de vulnerabilidad a las que se enfrentan en las diversas regiones del mundo.

En el caso particular de México, es un hecho que la política migratoria del gobierno federal tuvo un giro de 360 grados a raíz de los amagos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de aplicar aranceles a las exportaciones mexicanas hacia el mercado estadounidense si los flujos migratorios procedentes de Centroamérica continuaban llegando hasta su frontera con nuestro

país con el claro intento de ingresar al sueño americano.

Desde aquel acuerdo migratorio México-EU de junio de 2019, la Guardia Nacional se ha encargado de contener la entrada de miles de migrantes centroamericanos y de otros países el orbe, generando con ello un cuello de botella en la frontera sur donde son retenidos para evitar su tránsito por el territorio nacional.

Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores, descartó que exista una crisis migratoria y aseguró que el gobierno federal mantendrá su política que en esta materia marca la ley y que se ha puesto en marcha en la frontera sur.

Ebrard negó que exista una emergencia migratoria, pues dijo que cada año se registra la llegada de caravanas de migrantes.

En  nuestra opinión, la migración, sobre todo de naturaleza ilegal, se ha convertido en un problema a nivel mundial por la influencia de la globalización y las implicaciones en lo económico, en lo político, en lo social y en lo laboral, pero sobre todo representa un reto en la protección de los derechos humanos y en las disposiciones que todos los países emiten para regular la entrada, salida y permanencia de personas, así como las acciones en contra de los flujos migratorios irregulares.

Actualmente alrededor de 235 millones de personas de todo el mundo buscan en países distintos al suyo nuevas oportunidades de desarrollo para mejorar sus condiciones de vida, de las cuales el 50 por ciento son mujeres.

En este escenario nada prometedor basado en estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas, nuestro país ha pasado de ser una nación expulsora de migrantes a una receptora de la migración.

La llegada de migrantes indocumentados a México se ha incrementado notablemente en los últimos años: en 2013 llegaron 86 mil personas; en 2014, 127 mil, en 2015, arribaron 202 mil, pero la cifra se disparó a más de 900 mil el año pasado, en que ingresaron  indocumentados, no sólo centroamericanos, cubanos, haitianos y sudamericanos, sino también africanos y asiáticos.

Regularmente éramos un país de tránsito de migrantes que viajan hacia el norte, aunque con los problemas que tienen que afrontar en Estados Unidos, México está pasando a ser una nación de destino de migrantes internacionales, pues muchas personas de Centroamérica y otras latitudes se quedan en nuestro territorio.

Según la Organización Internacional para las Migraciones, el total de personas nacidas en el extranjero que viven en México pasó de alrededor de 970 mil en 2010 a más de un millón en 2019.

 

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