Casi 18 millones de muertes por covid-19 alrededor del mundo dan muestra de lo equivocadas que fueron las decisiones tomadas durante la pandemia: el multilateralismo no tuvo un plan y los países fallaron en todos los niveles. Muchos gobiernos apostaron por jugar a la política de manera irresponsable, mientras los laboratorios maximizaron sus utilidades y, en lugar de desarrollar vacunas como un bien público, convirtieron recursos fiscales en riqueza para unas pocas manos.

Por una parte, el SARS-CoV-2 mostró algunos de los peores aspectos de la humanidad. Entre ellos, la opacidad que impide estudiar el origen de la pandemia, los ridículos nacionalismos que obstaculizaron el intercambio de información y el exacerbado individualismo que aceleró los contagios en varias regiones. Por la otra, también hubo voces que lograron destacar lo mejor del ser humano y la posibilidad de reconstruir mejor nuestro planeta, personas que buscaron respuestas en la ciencia y la solidaridad. Sin duda, Jeffrey Sachs y Richard Horton han sido ejemplo de ello.

Jeffrey Sachs es un reconocido economista, destacado escritor y líder global en el diseño de políticas para el desarrollo; además dirige el Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y ha sido asesor especial del Secretario General de la ONU desde 2001. Richard Horton es Editor en jefe de la publicación científica The Lancet, fundada en 1823, con el objetivo de que la ciencia sea accesible y la medicina transforme nuestras sociedades e impacte positivamente en la vida de la gente.

Sachs convocó a 28 expertos multidisciplinarios en julio de 2020 para conformar la Comisión Lancet sobre la pandemia del covid-19. A él le debo el formar parte de este distinguido grupo, en el que tuve oportunidad de trabajar con profesionales de la talla de Peter J. Hotez y María Elena Bottazzi (quienes además de haber inventado la vacuna Corbevax, decidieron liberar su patente por lo que se les ha nominado al Premio Nobel), María Fernanda Espinosa (Presidenta de la 73 Asamblea General de la ONU) y Vaira Vike-Freiberga (la primera presidenta de Letonia), entre otros.

Desde el inicio establecimos cuatro objetivos cruciales: desarrollar recomendaciones sobre cómo superar la pandemia; ahondar en las alternativas para abordar la crisis humanitaria; estudiar la crisis económica y financiera que vendría como consecuencia de la crisis de salud; y definir la reconstrucción de un mundo más incluyente, justo y sostenible. Adicionalmente creamos 12 grupos de trabajo que abordaban distintas aristas de la pandemia.

Junto con Vaira Vike-Freiberga y George Laryea-Adjei co-presidí el grupo de trabajo dedicado a mejorar las políticas para las personas y comunidades en condiciones de vulnerabilidad. Contamos con comprometidos integrantes y un talentoso equipo con quienes logramos la publicación de nuestras propuestas en The Lancet.

Muy poco se sabía del SARS-CoV-2 cuando los comisionados empezamos a trabajar en ese verano, los países estaban prácticamente cerrados y veíamos imágenes aterradoras en los medios de comunicación. El primer paso fue coordinar los aspectos logísticos que parecían complejos, como realizar todos los trabajos de manera virtual para minimizar nuestro impacto en el medio ambiente y organizar nuestros horarios para coincidir en las reuniones a pesar de las diferentes latitudes. Nuestros diálogos fueron tan interesantes, como intensos y apasionados; en ellos no hubo censura ni tabúes, sí la mayor transparencia.

Hace unos días publicamos nuestro Reporte final que sintetiza los hallazgos y recomendaciones para el futuro. Hoy sabemos cuáles son las respuestas correctas y cómo prepararnos para nuevas emergencias, solo necesitamos los liderazgos y la voluntad política para implementar las soluciones en beneficio de la gente, especialmente, de aquella más vulnerable.