En el “nuevo régimen» mexicano, nada es verdad y nada es mentira: todo es según el color del cristal con que se mira. Y es que hoy, el síndrome de la Chimoltrufia —que como decía una cosa, decía otra— resulta una extraordinaria cortina de humo para esconder la incapacidad gubernamental y ¿por qué no?, de una vez sentar las bases del autoritarismo.

Así, la cuatroté se afirma feminista y designa a la primera secretaria de Gobernación: una mujer de impecable trayectoria profesional y académica, pero antes reformó la ley para quitar a la dependencia las facultades de atender la Seguridad Pública y la Protección Civil y la limitó en su interrelación con los estados, al crear la figura de los «superdelegados» a cargo de la Secretaría de Bienestar.

En el discurso oficial, se repite que existe un gabinete paritario y que somos el único país del mundo donde la Constitución tutela ya el principio de paridad transversal: ¡las mujeres a la toma de decisiones!, sí, pero sin emocionarse ni exigirlo, pues de los 21 nombramientos del gabinete presidencial, solo 7 son mujeres y 15 son hombres.

En el Poder Legislativo nos pasa igual. Se presume la integración paritaria del Congreso, producto de la reforma de 2014 y se exige a las diputadas sumisión a los designios presidenciales.

Desde la oposición, incorporamos el derecho a la educación inicial y la obligatoriedad de planes y programas de estudio con perspectiva de género, pero con el pretexto de la corrupción el gobierno eliminó las estancias infantiles y con el de la austeridad, no hay un peso para brindar este derecho a menores de tres años. El impulso a la igualdad se quedará en el papel, pues para 2021 se recortó 48% del presupuesto a Escuelas Normales.

En México, la aportación femenina a la economía asciende por día a 37 mil 300 millones de pesos según el Inegi; uno de cada tres hogares está jefaturado por mujeres que demandan un Sistema Nacional de Cuidados que sí, se aprobó la semana pasada en la Cámara de Diputados, solo que con la advertencia escrita de que no generará ninguna estructura, ni compromisos económicos adicionales.

La Constitución como catálogo de aspiraciones, buenos deseos o promesas de campaña, porque en los hechos las Escuelas de Tiempo Completo que eran 27 mil a finales del sexenio pasado este 2020 son menos de la mitad y para 2021 se dejaron en un transitorio que abre la puerta a la discrecionalidad y cierra la de un derecho adquirido para la niñez y sus madres trabajadoras.

En 2019, incluimos el feminicidio como delito que amerita prisión preventiva oficiosa; sin embargo, seguimos discutiendo cómo concretar la armonización del tipo penal en las entidades o su actualización en el Código Penal Federal y las esperanzas se pierden cuando escuchamos que el propio presidente de la República ignora las diferencias con un homicidio.

Y ni qué decir del Anexo 13: Erogaciones para la Igualdad entre Hombres y Mujeres, cuyos programas habrán disminuido 65% respecto a 2018 y donde para 2021, 85% de los recursos ahí etiquetados, corresponden a programas prioritarios de la cuatroté, a costa de graves recortes a los diferentes tipo de cáncer femeninos.

El problema para el nuevo régimen, es que las mujeres estamos más unidas y fuertes que nunca; conscientes y capaces de visibilizar las necesidades que surgen de nuestras diferencias y dispuestas a denunciar la perversidad de una estrategia electorera, que entrega dinero a costa de negarnos el acceso a nuestros derechos.