El retiro de fuerzas de Estados Unidos de Alemania anunciado por la administración Trump no solo ampliará el distanciamiento entre los aliados occidentales; también brindará a Berlín la oportunidad de seguir sus propios intereses estratégicos, a menudo opuestos a los de Washington.

El secretario de Defensa estadounidense, Mark Esper, señaló la semana pasada que el Pentágono planea retirar cerca de 12 mil efectivos de bases en Alemania. Alrededor de 5,400 serán enviados a otras naciones europeas como Italia y Bélgica, mientras que más de 6 mil regresarán a su país.

Como parte de los cambios que involucran a 30% de sus 36,000 tropas en Alemania, el Comando Europeo de Estados Unidos y el Comando de Operaciones Especiales en Europa, con sede en Stuttgart, se establecerán en Mons, Bélgica. El Comando Africano también dejará la ciudad del suroeste alemán y evalúa opciones en otros puntos de Europa o de Estados Unidos.

Mientras que Esper explicó la histórica decisión como una medida que “de una forma fortalecerá a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, mejorará la disuasión a Rusia y tranquilizará a los aliados”, la Casa Blanca reiteró sus críticas a la baja contribución alemana al gasto de seguridad de la OTAN.

“Alemania es morosa”, afirmó el presidente Donald Trump al confirmar su mala relación personal con la canciller federal Angela Merkel. “Han estado sacando ventaja de Estados Unidos por 25 años, tanto en lo comercial como en lo militar. Así es que estamos reduciendo la fuerza porque no están pagando sus cuentas”, agregó.

La mayor economía de Europa y la cuarta del mundo, Alemania gasta 1.36% de su Producto Interno Bruto (PIB) en defensa, en comparación al 3.42% de Washington. Después de la crisis de Crimea en 2014, los miembros de la OTAN acordaron incrementar su gasto anual a 2%, pero la meta de Berlín es llegar a 1.5% en 2024 y alcanzar esa cifra en 2030.

De acuerdo con el Instituto de Investigación de la Paz Internacional de Estocolmo, el presupuesto militar de Alemania aumentó el año pasado en 10% hasta USD $49.3 mil millones, el mayor incremento entre los 15 principales países en el tema. Irónicamente, Italia y Bélgica se ubican muy por debajo del 2%.

Como se esperaba, la mayoría de los germanos está a favor del plan de reducción. En una encuesta de YouGov, 47% afirmó que apoya disminuir el número de tropas de Estados Unidos; 28% consideró que debería permanecer igual y sólo 4% estuvo a favor de aumentarlo.

Sin embargo, las elites políticas y militares en ambos lados del Atlántico están indignadas, tachando al plan como un “regalo” para Rusia en palabras del senador republicano Mitt Romney. Sus esperanzas están puestas en la posible victoria del aspirante demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre, así como en los meses necesarios para el retiro de tropas y equipo, incluyendo aeronaves de combate, tanques y artillería.

“Alemania es una plataforma que nos permite un reforzamiento rápido en Europa Oriental”, resumió Ben Hodges, excomandante del Ejército de Estados Unidos en Europa en una entrevista con Deutsche Welle. “Nos da una plataforma para efectuar nuestra estrategia de seguridad nacional en África, Europa y Eurasia”.

¿Síndrome de Estocolmo??El anuncio de Esper se produjo poco después de que cuatro estados federales de Alemania firmaron una carta pidiendo al Congreso estadounidense no permitir el reposicionamiento de fuerzas. Actualmente el Pentágono tiene cinco cuarteles en el país europeo y comunidades militares de Estados Unidos se han desarrollado en torno a ciudades germanas, contribuyendo a su economía.

Por el otro lado, nacionalistas alemanes llaman a aprovechar la oportunidad de avanzar una política exterior independiente sin las restricciones impuestas por la OTAN. Subrayan que los desacuerdos bilaterales no se limitan a la acritud entre Trump y Merkel, así como a los intentos atlantistas de erigirla como nueva lideresa del “mundo libre”.

En la era de la posguerra, Alemania y Estados Unidos comenzaron a discrepar desde que el canciller federal germano occidental Willy Brandt promovió su Ostpolitik para mejores relaciones con el bloque soviético. Le siguió el movimiento antinuclear masivo que barrió Europa durante los 80 y el nuevo escenario global nacido tras la caída del Muro de Berlín.

Alemania no respaldó la Guerra del Golfo Pérsico encabezada por Estados Unidos en 1991, pero el distanciamiento en política exterior se hizo más evidente cuando tuvo lugar la invasión de Irak en 2003. Con el presidente francés Jacques Chirac, el canciller federal Gerhard Schroeder, precursor de la cooperación energética con Moscú, se opuso al ataque, al saber que desencadenaría años de inestabilidad regional.

Por entonces, el neoconservador Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos, minimizó a Alemania como parte de la “vieja Europa” en contraposición a la “nueva Europa” formada por los ex miembros del bloque soviético ansiosos de unirse a la OTAN y la Unión Europea. No es una coincidencia que esos países ofrezcan ahora su territorio cerca de la frontera rusa a las fuerzas estadounidenses en retiro de Alemania.

Por ejemplo, al cumplir la exigencia de Washington de gastar 2% de su PIB en defensa, el presidente de Polonia, Andrzej Duda, llegó al grado de prometer más de USD $2 mil millones (EUR €1.6 mil millones) para crear una base permanente en territorio polaco, que sería llamada “Fort Trump”.

Pese a las críticas liberales sobre el actual líder estadounidense, los alemanes también fueron ofendidos por el escándalo de espionaje del teléfono celular de Merkel en 2013, revelado por Edward Snowden, denunciante de la Agencia de Seguridad Nacional. Al siguiente año, el nuevo caso de altos funcionarios germanos reclutados por la CIA los convenció de que la administración Obama trataba a su país como un adversario.

La competencia estratégica entre ambas potencias es obvia; si bien Merkel ha respaldado las sanciones contra Moscú, su gobierno está determinado a completar el proyecto ruso-germano del gasoducto Nord Stream 2 entre este año y 2021.

No obstante, Estados Unidos y Polonia ven al gasoducto, que duplicaría la capacidad de exportación rusa a través del Mar Báltico, como una amenaza para la “seguridad energética” de Europa y de otros proyectos transcontinentales que apoyan, al asegurar que fortalecerá el dominio del mercado de Gazprom.

Más allá de los EUR €12 mil millones invertidos por Alemania en el Nord Stream 2, Berlín ha rechazado la guerra comercial de Trump contra China, donde la industria automotriz alemana obtiene entre 35% y 50% de sus ganancias, reportó WSWS.

En 2017, durante su visita de Estado a Alemania en el marco de la cumbre del G-20 en Hamburgo, el presidente chino Xi Jinping y Merkel defendieron todo lo repudiado por Trump, desde los acuerdos comerciales hasta Naciones Unidas y el acuerdo de París sobre cambio climático.

Al destacar su “amplia asociación estratégica”, Merkel declaró que ambos países “pueden hacer un esfuerzo para calmar esta inquietud [internacional] un poco y convertirla en un mundo más tranquilo”.

Por su parte, durante una entrevista con Neue Zürcher Zeitung la semana pasada, el ex ministro de Relaciones Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, resaltó que hoy la pregunta principal es quién reemplazará a Washington en “el entorno de seguridad y política exterior de Europa”.

Dijo que la renuencia de Berlín a hacerlo se debe “menos a la falta de voluntad de la población que a la incapacidad o falta de voluntad de los políticos para hablar en público sobre esas preguntas estratégicas cruciales”.

Como Merkel declaró, Europa debe “realmente tomar su destino en sus propias manos”; para el motor económico de la Unión Europea, este objetivo incluye un giro a su esfera tradicional de influencia en el este y el rearme.

De hecho, la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, entonces ministra alemana de Defensa; el presidente alemán Joachim Gauck y el ministro de exteriores Frank-Walter Steinmeier, anunciaron en 2014 el fin de sus restricciones militares en la emblemática Conferencia de Seguridad de Múnich.

Centros de análisis alemanes como el Instituto para Políticas de Seguridad con base en Kiel, coincidieron con expertos de la Unión Cristiano Demócrata de Merkel y del Partido Socialdemócrata en convocar a una revisión de los planes de adquisiciones militares. Hicieron notar la transformación del Bundeswehr (Ejército Federal) en una fuerza de intervención rápida, descuidando su tarea de «defensa territorial» que requiere armamento pesado.

Además, un estudio encargado por el Parlamento concluyó que Berlín podría financiar legalmente el arsenal nuclear francés a cambio de su protección; la Unión Europea podría hacer lo mismo, encontró el análisis, si modifica sus reglas presupuestarias. Enfatizó que “Trump y sus declaraciones contradictorias sobre la OTAN” han llevado a temer “que Estados Unidos podría reducir su compromiso nuclear” con Europa.

El camino hacia una política exterior independiente en Alemania también ha estado marcada por contradicciones entre los intereses atlantistas de Berlín, por ejemplo al encabezar el grupo de batalla de la OTAN en Lituania y su vocación oriental, reflejada en el Nord Stream 2. Sin embargo, resulta claro que Trump está acelerando el proceso.