Todo sigue igual
La reciente renuncia del secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, ha merecido cualquier cantidad de interpretaciones, propias de la naturaleza de una baja de tal dimensión en el gabinete presidencial.
Los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador, que minimizan todo, la han visto en general con cierta precaución y hasta preocupación por la incertidumbre que de alguna forma genera, pero no han dejado de creer en su líder.
Sus opositores, en cambio, que maximizan todo, casi casi brincan de alegría pensando que el gobierno del político tabasqueño se desmorona y que pronto podrán decir, celebrar: “Se los dijimos”.
Lo cierto es que después de dos días de la renuncia del funcionario, el país sigue prácticamente igual: No se han disparado los precios de los productos, no se ha caído el peso, no se ha caído la Bolsa de Valores, no ha habido renuncias en cascada, no ha habido manifestaciones populares. El fin, el país camina como antes del martes pasado, sólo que con más, mucha más palabrería de todos lados.
Por mucho, no es parecida la actual situación al llamado error de diciembre de 1994, cuando miles de personas se quedaron en la calle por la devaluación y porque los bancos les embargaron y terminaron quitando sus propiedades. No pocos murieron de infarto por el impacto de aquella crisis económica. Eso sí era para preocuparse. Ernesto Zedillo la pasó de verdad muy mal esos días y su secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche, tuvo que renunciar apenas 28 días después de haber tomado posesión.
Está lejos también la semejanza a la crisis política de los primeros días de 1994 cuando el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que derrumbó el mito del primer mundo de Carlos Salinas de Gortari y lo puso en serios predicamentos. Nunca antes ni después se le ha visto una cara tan descompuesta como la de aquel primero de enero. Cayeron el secretario de Gobernación y el gobernador de Chiapas.
La renuncia de Urzúa es sólo un reacomodo en el gabinete de la política económica que pretende imponer en el país López Obrador, y que algunos no han captado del todo, como el ahora exfuncionario.
Por lo que puede verse, Urzúa estaba más alineado con la política neoliberal que ha imperado en las últimas tres décadas que con la idea de la transformación del presidente.
Es cierto, las transformaciones no son fáciles y se dan la mayoría de las veces en medio de tremendas confusiones que por momentos ocasionan grandes confusiones. ¿Vamos camino a una transformación de fondo del régimen mexicano? Todavía no lo sabemos con certeza, aunque su impulsor asegura que para el próximo año estarán sentadas las bases. Habrá que esperar, entonces.
Las transformaciones políticas en un país ocasionan ciertas turbulencias provocadas por renuncias como la de Urzúa, que muchas veces no pasan de ahí. Cuando las transformaciones se hacen mediante guerras civiles internas, las bajas no son por renuncia sino por el asesinato de altos oficiales del Ejército, del gobierno o de la guerrilla.
El revuelo en el caso de Urzúa se generó más por la carta de dimisión en la que criticó la política del actual gobierno. Si como se acostumbraba antes se hubiera dicho que renunciaba por motivos de salud, por ejemplo, las cosas habrían sido diferentes, pero el propio presidente ha dicho que eso es también parte del cambio que se está dando.
Inclusive, no aceptó que la dimisión se hiciera pública este sábado como se lo propuso Urzúa para evitar nerviosismo en los mercados, y por el contrario, seguro de sí mismo, lo alentó a que la hiciera de una vez, con lo que se vio que estaba preparado para afrontar lo que viniera y operar el control de daños.
López Obrador atajó rápidamente cualquier posibilidad de incertidumbre y casi de inmediato designó a Arturo Herrera como secretario de Hacienda, con lo que los mercados se estabilizaron y el peso recuperó unos centavos. No hubo crisis y las cosas se ven ahora más claras.
Y para distraer, colocó la cortina de humo formada con la detención del abogado Juan Collado, ligado a lo que el presidente ha definido como mafia del poder, liderada por Salinas de Gortari.
Además de distractor, pareciera que con la captura del litigante busca mandar el mensaje de que es él quien tiene el poder y que tiene la capacidad y la decisión de atajar cualquier intento de desestabilización jurídicamente.
Valga decir que Herrera ya venía desempeñándose como subsecretario de Hacienda, por lo que conoce cómo está el teje y maneje en la dependencia, además de que tiene amplia experiencia en el ramo. Uno de sus trabajos ha sido nada más y nada menos que en el Banco Mundial.
Algunos piensan que renuncias como la Urzúa y de Germán Martínez Cázares, en este caso a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en mayo pasado, podrían estar inclusive entre los cálculos del presidente, pues esos funcionarios no son parte de su equipo cercano que ha luchado desde hace años con él, sino que pertenecen a grupos diferentes y fueron colocados en esos puestos como parte de los compromisos políticos para ganar la presidencia de la República, y de esa forma se los quita de encima por decirlo de alguna manera para colocar a su gente en la primera línea, con la finalidad de que se le facilite la transformación que se ha propuesto realizar.
Herrera ya venía desempeñándose como subsecretario; como que se le puso ahí para que estuviera preparado para ascender en caso de que así se necesitara, como finalmente ha sucedido. La situación tiene semejanza con lo que pasó cuando Andrés Manuel era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pues de subsecretario, Herrera ascendió a secretario de Finanzas, cargo que con un intermedio, había ocupado nada más y nada menos que Urzúa.
Así pues, a diferencia de sus opositores que desean verlo fracasar, López Obrador está seguro de que camina en línea recta para consolidar lo que llama la cuarta transformación. Claro, sus opositores -el PAN, de manera destacada- están aprovechando para pedirle que cambie la política económica, pues les afecta, ya que han dejado de hacer negocio como antes y han perdido mucho dinero que como producto de la corrupción terminaba en sus manos. Fin.