¿Está México lejos de ser Bolivia?

La derecha mexicana se frota las manos pensando tal vez en la posibilidad de un escenario parecido al de Bolivia, donde el presidente Evo Morales tuvo que dejar el poder el domingo, como consecuencia de un golpe de Estado, orquestado desde Estados Unidos, pero puesto en práctica por altos jefes militares del país sudamericano.

A menos de un año de la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, cuando menos una parte de la oligarquía financiera y política de este país ya sueña con que podría ser factible convencer a ciertos líderes políticos de los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI), siglas en las que se cobijan, no porque tengan ideología alguna, para retomar como sea el poder perdido en las urnas en julio del año pasado.

De hecho, desde que el general Carlos Demetrio Gaitán Ochoa, quien el 22 de octubre pasado dejó ver posibles inconformidades en el interior del Ejército Mexicano por la política -sobre todo de seguridad- del presidente López Obrador, celebraron una posible fractura interna en las fuerzas armadas mexicanas, que eventualmente desemboque en una revuelta, pero México no es Bolivia ni Andrés Manuel es Evo Morales.

No le ha gustado a la clase financiera, por ejemplo, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, y no porque les importe mucho si funciona o no, sino porque van a perder muchos miles de millones de pesos del erario público que creían ya tener en sus cuentas. Y menos el mensaje de tal decisión: La separación del poder político del económico, lo que marca un antes y un después en caso de que se concrete en este gobierno.

No son gratuitas todas las acusaciones de que el actual gobierno negocia con delincuentes o que ha perdido autoridad, ya que lo que los opositores buscan es desgastar a la figura presidencial para recuperar el poder, ya sea en las urnas o tal vez mediante otra forma.

Por eso en el caso Culiacán pedían a gritos que las fuerzas de seguridad abrieran fuego sin importarles el costo en vidas humanas, porque eso, además, les iba a servir para criticar al mandatario por el asesinato de inocentes, en caso de que hubiera sucedido una masacre como la que se suponía ocurriría si continuaba la operación para detener a Ovidio Guzmán.

Los de arriba no perdonan que algún gobernante les quite sus privilegios y les ponga algún dique para evitar el saqueo indiscriminado de los recursos nacionales como ha ocurrido con el petróleo y los minerales, con el que se han enriquecido unos cuantos, empezando por las trasnacionales, a costa de todos los mexicanos que deberían de gozar de sus beneficios.

Acostumbrados a hacerse ricos con los recursos públicos no siempre bien habidos o con base en actos de corrupción alentados desde el poder político, pareciera que a los grandes empresarios que manejan a los gobiernos de muchos países, que no tienen llenadera, no les gusta que la mayoría de la población salga de la pobreza en que los pasados presidentes neoliberales los han sumido con sus políticas de saqueo.

Hablando de Evo Morales, el presidente más exitoso del mundo, por ejemplo, ha reducido en más de la mitad la pobreza de su país y ha logrado un crecimiento de casi 5 por ciento anual, entre otras cosas. No es poca cosa que haya sacado adelante a uno de los países más pobres.

Claro, ha estado en la presidencia 13 años ininterrumpidos, lo que tampoco está bien. Diez años, como en Estados Unidos con su reelección, ya es mucho para un presidente. El dilema para los políticos como Evo y quienes buscan mejorar las condiciones económicas de su país y de los más pobres, es cómo garantizar la continuidad de los programas para evitar el regreso al pasado. La única forma es que preparen a una persona muy cercana y capaz para que no se detenga la marcha ascendente. Si se quedan muchos años en el poder serán echados por Estados Unidos.

Por eso, quienes critican al presidente mexicano en temas como el migratorio con el argumento de que ha cedido a las presiones del gobierno de Estados Unidos, no han entendido que si se opone rotundamente a contener los flujos de indocumentados, provocaría un enfrentamiento político que de una u otra forma le cobrarían. Y lo mismo pasa con otras políticas, pues si se radicaliza se echaría encima a los gringos y buscarían desestabilizarlo y hasta sacarlo a la mala del poder, si sus intereses son afectados más allá de lo permitido.

Por eso no es fácil para el presidente echar a andar programas o proyectos con un enfoque sólo izquierdista, que pudieran afectar los intereses de las grandes transnacionales que controlan el capital y la política. De una u otra forma debe de buscar ciertos equilibrios, aunque a muchos de sus seguidores no les guste.

Pero algo extraño está pasando en América Latina, ya que, en argentina, por ejemplo, los ciudadanos decidieron elegir el pasado 27 de octubre al izquierdista, Alberto Fernández, luego de un período del derechista Mauricio Macri, quien mantiene al país en una severa crisis económica, social y política. En Chile, se vive igualmente una crisis política y económica por las políticas del derechista Sebastián Piñeira, lo que significa que la derecha está perdiendo espacios, como sucedió en México el año pasado.

Ante ello, Estados Unidos ha decidido actuar en Bolivia mediante un golpe de Estado, utilizando al Ejército para hacer renunciar a Evo Morales, o de lo contrario se provocaría una guerra interna. Desde luego que eso a los gringos no sólo no les importa, sino que hasta lo alientan pues representa la venta de armas.

Quienes no han vivido una guerra interna desconocen por completo los horrores que sufre la población y la destrucción material y humana que se genera.  Evo hizo bien en renunciar para evitar un baño de sangre. Habrá que ver cómo siguen las cosas en esa nación andina.

El ofrecimiento de asilo en México, por otra parte, debe de verse como un acto de generosidad y del retorno afortunado de una política que en el pasado acarreó mucho respeto para el país, cuya cultura se enriqueció con la llegada de tantas personas de otras naciones. Fin.