Sí a las fechas históricas

Un nuevo debate-polémica domina el escenario nacional con la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de celebrar los días históricos en la fecha que corresponde.

Claro, lo que ha prevalecido en la información de estos días es que se suprimirán los “puentes” de los llamados fines de semana largos que desde el foxismo se adecuaron, con el argumento de promover el turismo, de tal forma que si una fecha histórica como el 20 de noviembre -inicio de la Revolución mexicana- cae a mediados de semana se lleva al fin de semana.

Algo verdaderamente absurdo. Sería como pensar que Estados Unidos no celebrara la independencia el 4 de julio de cada año, sino en otra fecha. Tan simple: sería como celebrar el cumpleaños, días antes o después de la fecha. No tiene el mismo sentido.

La celebración de las fechas históricas en días que no corresponden fue idea de los panistas, a los que poco les importa la historia y si por ellos fuera -no todos claro- las desaparecerían todas para que nadie se acuerde, por ejemplo, de la Revolución mexicana y de sus héroes como Emiliano Zapata y Pancho Villa, que luego se vuelven “modelos” o “malas influencias” para quienes quieren luchar.

Es lógico que si no conocemos la historia, no sabremos cómo enfrentar el futuro, o en todo caso, será más fácil porque, en teoría, del pasado se aprende a no cometer errores.

Las críticas en contra del planteamiento de López Obrador van en por lo menos dos sentidos: Uno, la queja de los prestadores de servicios turísticos que aseguran que dejarán de percibir mucho dinero al suprimirse los fines de semana largos, y dos, la de los burócratas y estudiantes que prefieren el “puente” del fin de semana a un día inhábil solitario.

De todos modos, los días de asueto serían los mismos, nomás que no de corrido como sucede ahora.

Habría que analizar qué tan objetivo es el argumento de los prestadores de servicios turísticos y si es cierto como dicen, que aumentan considerablemente sus ingresos durante los fines de semana largos. En todo caso, el gobierno federal podría proponer otras actividades para promover e incentivar el turismo.

Tiene razón el presidente al afirmar que el objetivo es que los festejos de los días históricos deben de realizarse el mismo día del que se trate.  “Lo hacemos porque necesitamos fortalecer nuestra memoria histórica”, argumentó.

Es cierto, los niños en la escuela se acuerdan ahora más de los puentes que de las fechas históricas, lo que significa que paulatinamente podrían ir desapareciendo o perdiendo importancia, que es lo que en el fondo buscaban los panistas y priistas al implementar los fines de semana largos.

Nos guste o no, todos los hechos históricos contribuyen a darle identidad a un país, por lo que es importante que se festejen el día que corresponde. La Revolución mexicana, por ejemplo, es una gesta conocida -y admirada en muchos casos- a nivel mundial, que costó la vida a un millón de personas y sufrimiento a todos sus habitantes porque nadie se salvó.

Sus logros fueron muchos, aunque con el paso de los años, los gobiernos neoliberales los fueron diluyendo, al grado de que, por ejemplo, se permitió la privatización del ejido, algo que estaba prohibido.

Es claro que recorrer los días de asueto de las fechas históricas tenía como propósito principal, el aspecto económico, pues se buscaba beneficiar a los hoteleros, restauranteros y otros prestadores de servicios turísticos, además, desde luego, restarle importancia a los sucesos que han marcado en gran medida la vida nacional.

Interesados primero en obtener ganancias, a muchos empresarios poco les importan las fechas históricas y el sentido político que tengan porque lo prioritario son los ingresos económicos. Por ello, muchos ya se le fueron encima al presidente que ha planteado regresar a la celebración como se hacía antes.

De todos modos, es sano que se debata el tema, que se llegue a un consenso y se acuerde lo mejor para el país, que sin duda tiene que ser el regreso a celebrar las fechas históricas el día que corresponde como fue hasta antes de la administración de Vicente Fox.

Picotazos

Las autoridades correspondientes deberían ya de buscar cómo solucionar de una vez por todas el problema de los indígenas desplazados de la colonia Puebla, municipio de Chenalhó, que llevan casi cuatro años fuera de sus casas. Claro que no es fácil porque desde hace muchos años surgieron ahí grupos civiles armados que generaron violencia y rencores. El problema no se generó en el actual gobierno, sino en el anterior, que nunca lo solucionó. Fue la virulencia de la entonces alcaldesa del Partido Verde Ecologista de México, Rosa Pérez, lo que contribuyó al desplazamiento de los tzotziles en mayo de 2016. Ha sido mucho el sufrimiento de las familias afectadas, pues han pasado fuera de sus viviendas y de su comunidad mucho tiempo. Ojalá, pues, que las autoridades busquen la forma de poner fin al calvario que viven y que en ocasiones se use el tema con otros fines… La insensibilidad política del presidente municipal de Tapachula, Oscar Gurría Penagos, y los intereses que se mueven en su contra lo han puesto contra las cuerdas, luego de que policías municipales reprimieran el 27 de enero pasado a un grupo de campesinos que exigían obras. Claro que detrás había -y hay- intereses de personas que buscan la forma de golpearlo por intereses particulares y ya con miras a las elecciones del próximo año. Habrá que ver cuan debilitado queda el alcalde después de esta sacudida. De todas maneras, algo tendrá que hacer para enderezar el camino porque si sigue como hasta ahora, quién sabe a dónde vaya a parar. Fin.