Importancia de la confidencialidad

El presunto suicidio de un indígena de la comunidad de Francisco León, municipio de Ocosingo, luego de confirmarse que había sido contagiado de coronavirus, ha puesto al descubierto lo delicado que resulta que otros pobladores de localidades pequeñas se enteren de que alguien tiene la enfermedad.

No están claras las condiciones en las que Samuel, de 54 años de edad, decidió colgarse de un árbol afuera de su casa para quitarse la vida el lunes pasado, después de que se confirmó que padecía la enfermedad, pero cuando menos existen sospechas de que sintió alguna presión social y discriminación por haber sido afectado por la pandemia.

Lo que sí se sabe es que en lugar de que fuera apoyado por los demás habitantes de Francisco León, fue dejado solo con su familia, lo que seguramente le provocó miedo, tristeza y se deprimió al grado de suicidarse.

Este fue el primer caso que se conoció públicamente, ocurrido en una comunidad pequeña, ya que casi todos habían sucedido hasta entonces en ciudades grandes como Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, San Cristóbal, Palenque y otras. Ayer apenas se reportó un caso en Nuevo León, municipio de Teopisca, pero colindante con Venustiano Carranza.

En una ciudad grande es mucho más fácil escapar de la mirada de la gente y permanecer en el anonimato, como debe de ser en casos como estos, pero en una comunidad pequeña en la que todos sus pobladores se conocen o son familiares entre sí, no es fácil que una situación como esa, pase inadvertida.

Entonces vienen las recriminaciones en contra del enfermo y de sus familiares por no cuidarse y consecuentemente poner en riesgo la salud de los demás integrantes de la comunidad. Y en esto tienen razón muchas personas, ya que el sentido común aconseja que si existe la sospecha de estar infectado, lo más sano es aislarse voluntariamente por el bien propio, de la familia y de los demás, pero hay gente a la que no le importa o no tiene la información clara para tomar una decisión.

Aún en las ciudades con miles de pobladores las personas enfermas por Covid-19 son señaladas si son reconocidas, pero tienen la facilidad de permanecer aisladas en su domicilio y mantenerse ocultas, mientras las autoridades de salud no revelen su identidad, hasta recuperarse.

Los médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud deben de actuar ahora más que nunca con profesionalismo porque revelar la identidad de enfermos puede tener un desenlace fatal. A la mejor el paciente que decidió quitarse la vida, iba a sobrevivir con los cuidados médicos que recibiría, pero se adelantó. 

Por ello es muy importante que cuando se trate de casos positivos en comunidades indígenas o campesinas, se tenga un mayor cuidado y se tomen todas las precauciones debidas para evitar que los afectados por la enfermedad sean exhibidos, aunque no se revele su nombre, y sujetos a presión social, como al parecer sucedió en Francisco León. Aquí no se reveló el nombre del paciente, pero todos en la localidad sabían de quién se trataba.

A partir del caso señalado, las autoridades tendrán que buscar mecanismos para proteger a los enfermos y a sus familiares, ya no sólo médicamente para curarlas, sino en el entorno social y familiar.

Las autoridades de salud habían informado al principio que la víctima presuntamente fue contagiada por dos hijos que estaban trabajando en Puebla, pero otras fuentes aseguran que regresaron de Monterrey, Nuevo León, donde laboraban.

No se ha precisado si los hijos sabían que estaban contagiados o no, lo que sí se sabe es que irresponsablemente anduvieron paseando y visitando a varias personas en la comunidad. El riesgo ahora es que otras personas de la comunidad sean portadoras del virus, ya sea con síntomas o sin ellos.

Por lo mismo, las autoridades de salud tendrán que dar seguimiento a todos los contactos de la familia del hombre que se suicidó porque existe la posibilidad de que el virus se haya expandido.

Esto nos lleva a una pregunta: ¿Qué tanta información tienen las comunidades indígenas acerca del coronavirus y sus mortales efectos, principalmente en personas adultas o con enfermedades crónicas? Si en las zonas urbanas existe desinformación, ya puede uno imaginarse lo que sucede en una localidad remota en la que sus pobladores hablan poco español.

Ahora debe de entenderse con mayor claridad la importancia de que las autoridades mantengan en la confidencialidad la identidad de las personas afectadas por el coronavirus, para no exponerlas. El mensaje debe de ser también para quienes se sienten tentados a divulgar el nombre de posibles contagiados, porque toda persona tiene el derecho a que su caso permanezca en el anonimato. Además, las autoridades judiciales están dando seguimiento a este tipo de casos para evitar abusos y que se viole la ley.

Esta enfermedad, ya se sabía, está resultando más mortal de lo que al principio se pensaba, y qué triste que aún con todas las evidencias, a estas alturas algunas personas no creen todo el daño que está causando.

Guardando todas las distancias por el tipo de enfermedad, algo parecido sucedió cuando recién se descubrió el Sida, asociada en alguna medida con la homosexualidad. Cualquier persona que portara el virus era señalada -ahora menos- y discriminada, aunque su transmisión no era nada comparable como el Covid-19, pues una de sus formas más frecuentes era, y es, por la vía sexual.

Había entonces una actitud de rechazo a las personas con esa enfermedad, como ahora con la pandemia, pero en este caso va más allá del rechazo, pues muchas personas se enojan sobremanera cuando se dan cuenta de que algunos no toman en serio y por lo tanto no respetan las disposiciones de las autoridades de salud de mantener la sana distancia y quedarse en casa para evitar contagios. Fin.