¡Auxilio, San Pedro!

Hasta hace apenas poco más de dos semanas parecía que la paz estaba cerca y ahora la zona limítrofe entre Aldama y Chenalhó se ha convertido en un polvorín a punto de estallar y ocasionar un problema de mayores dimensiones.

Justo cuando parecía que los habitantes de Aldama y sus vecinos de Santa Martha, municipio de Chenalhó, estaban en los mejores términos porque recién ratificaron el convenio de No Agresión que por cierto nunca respetan, estalla de nuevo la violencia y se alejan las posibilidades de que lleguen a un acuerdo definitivo y pongan fin al conflicto.

Como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, Aldama y Santa Martha, están enfrentados desde hace 45 años por la disputa de 60 hectáreas. ¡60 hectáreas! El pleito se agravó con la remunicipalización de 1998 y la creación de Aldama como municipio libre, aunque finalmente todos son pedranos de origen (San Pedro es el patrono de Chenalhó) o lo que es lo mismo todos beben del mismo pozo (Chenalhó significa pozo de agua).

En los recientes sexenios han habido intentos de solución y hasta “administración del conflicto”, pero da la impresión de que en esta ocasión existe voluntad política de los gobiernos Federal y Estatal de que se ponga fin al diferendo y ambos pueblos puedan vivir en paz.

Sin embargo, fuerzas oscuras se interponen y cada vez que hay acercamientos aparecen los intereses de grupos o personas para frenar cualquier acuerdo.

Esto fue lo que ocurrió en los recientes cinco días, cuando pobladores de Aldama y Santa Martha iniciaron las hostilidades con disparos de armas de fuego de grueso calibre. El resultado es que el martes fue asesinado Javier Jiménez Sántiz, de 30 años de edad, mientras que Aurelio Jiménez Méndez fue herido, de un balazo en la clavícula izquierda, por lo que fue trasladado al Hospital de Las Culturas, ubicado en San Cristóbal de Las Casas y poco después dado de alta.

Los pobladores y las autoridades de Santa Martha y de Chenalhó, en general, culpan a sus vecinos de Aldama, quienes se habían apresurado a denunciar los ataques armados desde el inicio.

Los ataques y agresiones son mutuos. El resultado es que de Santa Martha hay 20 muertos y 16 lesionados, y de Aldama cinco muertos y un número no precisado de heridos. Un testigo manifestó el martes, cuando fue asesinado Jiménez Sántiz, que desde la mañana había “fuego cruzado”.

De nada sirvió la presencia de la policía en ambos lugares, pues no sólo no actuó, sino que los uniformados que estaban en Santa Martha fueron retenidos y desarmados, por lo que sus jefes decidieron retirar a los que estaban del lado de Aldama.

Como es de suponerse, la situación en la zona es de mucha tensión, temor y zozobra, y ahora las posturas se radicalizan, por lo que las posibilidades de avanzar hacia una solución negociada se alejan.

Las consecuencias de los ataques mutuos son el desplazamiento forzado de decenas de familias de los dos lados, por temor a ser alcanzadas por las balas. Ya se ha dicho antes también que mientras hayan armas en poder de civiles en esa zona no cesarán las agresiones.

Durante algún tiempo se calmaron las hostilidades, pero de repente reiniciaron, poco antes de la ratificación del Pacto de No Agresión. Durante esos días en que el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas Rodríguez, y el secretario de Gobierno, Ismael Brito Mazariegos, recorrieron la zona, hubo un compás de tranquilidad que ahora se ve, estaba prendido de alfileres. Pareciera que los habitantes de los dos pueblos sólo estaban esperando que las autoridades les entregaran varias toneladas de ayuda humanitaria para reanudar las agresiones mutuas.

La pregunta es quién o quiénes se oponen a que esos dos pueblos hermanos encuentren una solución pacífica al conflicto y vivan en paz, sin la incertidumbre de los balazos diarios y la posibilidad de perder la vida en cualquier momento.

Lo más grave es que ayer se divulgó una videograbación en la que aparecen unos 10 o 12 hombres con armas de grueso calibre y con el rostro cubierto con pasamontañas, que se asumen como habitantes de Santa Martha. Ello le da la razón a Aldama y sus aliados que han reiterado la existencia de un grupo armado en ese lugar, además de que deja entrever que los que se oponen a la construcción de un acuerdo son ellos, precisamente.

Después de esa exhibición, tal vez tenga que tomar cartas en el asunto la Procuraduría General de la República (PGR), ya que se exhiben armas de grueso calibre.

En un intento por tratar de controlar la situación, las autoridades enviaron ayer a la zona a unos 200 agentes de la Guardia Nacional y de la Policía Estatal. Parece un número alto, pero así como están las cosas quién sabe si sean suficientes para disuadir a los hombres armados de ambos pueblos.

Si en verdad quiere que haya paz en esa zona, el gobierno tiene que realizar un desarme general sin esperar a que los pobladores entreguen las armas porque nunca lo harán, como no lo hicieron los asesinos de los 45 indígenas en Acteal, el 22 de diciembre de 1997. Pero pensar que ellos las entregarán voluntariamente es pecar de ingenuidad, pues antes de eso las enterrarán en cuevas de difícil acceso en las que ningún extraño las encontrará.

Y parece que ahora la disputa se reduce a tan sólo dos hectáreas y media, ya que Santa Martha ha aceptado que las 60 hectáreas se dividan en partes iguales y Aldama plantea que se le adjudiquen 32 hectáreas y media. Las propuestas están en la mesa, pero quién sabe si se pueda avanzar con los hechos de sangre sucedidos el martes.

Lo único que queda claro es que si ambas partes no se sientan a la mesa a dialogar con seriedad y voluntad de avanzar, nunca resolverán el conflicto y seguirán los muertos y los heridos de los dos lados. Por lo pronto, una familia más (de Santa Martha) está de luto por la disputa de tierras. Habrá que rezar porque no aparezca la venganza o encomendarse a San Pedro para que apague el fuego cruzado. Fin