Leer en los tiempos del Facebook

La fábula en las 48 leyes del poder

Gracias, Facebook

Recuerdo cuando Carmen Villanueva, encargada de la UNESCO para América Latina, entregó un reconocimiento a México porque el país está entre los cinco con mayores lectores en el mundo. No se ría. Es en serio.

Pero no, no porque millones hayamos disfrutado El Quijote de la mancha del maestro Cervantes, o Guerra y paz del maravilloso León Tolstói. Ya para no ir tan lejos las obras del alfaquí de las letras del tuxtleco Gervasio Grajales, o a la leyenda viviente Óscar Palacios, hacedor de tantas novelas y libros igual que de generaciones de jóvenes que siguen sus pasos.

No, no. Somos chingones porque decenas de millones de ejemplares se venden a la semana de las revistas de farándula Tv-notas y Tv-novelas que sólo dan cuenta de chismes baratos y repugnantes, pero que en nada contribuyen en la cultura general del país.

La gente desdeña un buen texto porque está ávida de argüendes faroleros como los de Alfredo Adame y su pugna con el brujo Carlos Trejo o la señorita Laura, hoy tránsfuga de la ley por una evasión millonaria al fisco. Los asuntos de Gómez Mont y Glorita Trevi fueron platillos suculentos del escándalo.

Antes era extático leer a Memín Pinguín, el libro vaquero o al inolvidable Kalimán en sus batallas contra el malvado doctor Kiro. Nos transportaban a un mundo de fantasía e imaginación. Qué días aquellos. Hoy todo es frivolidad, perfidia, protervia y odio fratricida.

Facebook nos dio el coletazo letal. De acuerdo con datos recientes de la propia UNESCO (abril/2021), México ocupa el lugar 107, de 108 países, en hábito de la lectura. En tanto que nos pasamos, en promedio, 7 horas al día conectados al Fb o al Twitter.

Las redes sociales, Facebook, sobre todo, se convirtieron en una adicción peligrosa, incluso mortal, en donde se difama e injuria; se inventan noticias y son capaces de romper matrimonios, amistades y relaciones laborales. Todo con abierta impunidad, sin control alguno. Dramático contexto.

Las 48 leyes del poder…

Las 48 leyes del poder, como usted seguramente sabe, se trata de un best seller de Robert Greene que quizá algunos políticos lo han hecho una Biblia para sí.

Hay un apólogo excelso que es, sin duda, el espejo de quienes con fantasías y engañifas van tras la notoriedad, los reflectores, el protagonismo y desde luego el poder. Pero al final caen arrodillados ante su propia mentira.

Esa rapsodia la comparto con los lectores de Sólo para enterados. Al final, el mejor corolario será el suyo:

“En la ciudad de Tarnopol vivía un hombre llamado Reb Fievel. Cierto día, mientras estaba sentado en su casa, profundamente absorto en la lectura del Talmud, oyó un gran bullicio afuera.

Cuando se asomó a la ventana, vio un grupo de chiquillos traviesos. “Seguro que están por hacer otra travesura”, pensó Reb Fievel.

Niños, vayan corriendo a la sinagoga, les dijo, asomado a la ventana. Y, con tal de recuperar su tranquilidad, agregó lo primero que se le ocurrió: “Van a ver que allí hay un monstruo marino, ¡y vaya monstruo! Es un ser de cinco pies, tres ojos y una barba como la del chivo, pero verde”.

Por supuesto los niños salieron corriendo, y Reb Fievel regresó a sus estudios. Sonrió para sus adentros al pensar en la artimaña con que había alejado a aquellos bribones. Pero al poco rato, sus estudios fueron nuevamente interrumpidos, esta vez por el ruido de pasos.

Cuando miró por la ventana vio a varios judíos que pasaban corriendo. “¿Hacia dónde van con tanta prisa?”, les preguntó. “A la sinagoga –contestaron los judíos-. ¿No se enteró? Allí hay un monstruo marino, un ser con cinco piernas, tres ojos y una barba como la de chivo, pero verde”.

Reb Fievel se rió con ganas, pensando en la broma que había gastado, y volvió a enfrascarse en su Talmud. Pero apenas había empezado a concentrarse cuando oyó el bullicio de un gran tumulto en la calle. ¿Y qué vio al asomarse a la ventana? Una multitud formada por hombres, mujeres y niños, todos los cuales corrían hacia la sinagoga.

“¿Qué sucede?”, les gritó. ¡” Vaya pregunta”! ¿No se enteró?, le respondieron. “Delante de la sinagoga hay un monstruo marino. Es un ser con cinco pies, tres ojos y una barba como la de un chivo, pero verde”.

Cuando la multitud ya se alejaba, Reb Fievel se percató de que dentro de ellos se encontraba el rabino. “¡Santo Dios” !, exclamó. Si el rabino en persona se ha unido a toda esta gente, algo debe estar sucediendo de verdad. Donde hay humo, hay fuego”. Y, sin pensarlo dos veces, Reb Fievel tomó su sombrero y corrió tras la multitud.

“¿Quién sabe?, murmuró para sus adentros, mientras corría, casi sin aliento, rumbo a la sinagoga”.