El final de los tiranos

Salazar y la justicia divina

“Hiérele de tal manera que no se dé cuenta de que muere”. Calígula.

Erasmo de Róterdam? nos dice que la locura es la pérdida directa de la razón. Aunque Sigmund Freud creó el psicoanálisis para tratarla, hay un epítome de casos que desbaratan los conocimientos del prestigioso neurólogo austríaco famoso por sus teorías, la hipnosis y el análisis del sueño.

Hijo de Germánico y Agripina, Calígula tiene un lugar privilegiado en ese inventario de gobernantes esquizofrénicos al que se sumó Pablo Salazar Mendiguchía, ex gobernador de Chiapas y, por mucho, el sujeto más tiránico que soportó nuestro pueblo en su historia moderna.

“Hiérele de tal manera que no se dé cuenta de que muere” solía gritar Calígula para aterrorizar a la plebe en festines sangrientos es los que la muerte era el común denominador.

Hizo senador a su caballo Incitatus. Era un individuo cuya perversidad sexual, crueldad y extravagancia lo dibujaban como un demente.

Calígula solía encabezar a sus generales en batallas ficticias. Salía de Roma y a su regreso, con victorias simuladas, ordenaba que bellas doncellas tiraran claveles rojos a su paso y regasen las calles en una expresión de reconocimiento a la “valentía” del perturbado emperador.

Su reinado de azote termina cuando en la guardia pretoriana se enrolan tres hombres que lo asesinan, en un complot preparado por senadores, políticos y gente del pueblo embargados por la rabia y el dolor.

Nerón

Nerón es otro gran dictador que contempla la historia. A Nerón se le señala por su enorme brutalidad, por las ejecuciones sumarias durante su mandato, incluyendo la de su propia madre.

Más recientemente Filipinas tuvo la dramática experiencia de ser gobernada por un psicópata que con sus acciones exhibió una radiografía aborrecible de la maldad lastimando no sólo a ese miserable y empobrecido país, sino a todos los hombres de la tierra que creen en la democracia y las libertades.

Ferdinand Marcos orquestó el asalto al poder y en más de cuatro ocasiones su propia reelección a sangre y fuego. Creó una ley marcial con la que encarceló y persiguió perrunamente a adversarios políticos, asesinó a líderes opositores, formuló leyes a su conveniencia y abolió aquellas que le estorbaban.

El pueblo hambriento observaba desde la calle como en los jardines de la residencia presidencial lanzaban trozos de carne a los perros del desequilibrado hombre, mientras en los suburbios se disputaban mendrugos de pan.

Chiapas también tiene su historia. Aliado del dictador Victoriano Huerta y militar de carrera, Bernardo Palafox (en su mandato interino floreció el cicazgo) fue una pera en almíbar comparado con Pablo Salazar Mendiguchía.

El loco Salazar

Salazar reprimió a la gente con leyes draconianas. Con formación religiosa antípoda al catolicismo, persiguió a líderes sociales y políticos a quienes encarceló mediante trampas legales. Avasalló a otros poderes y aplastó a organismos autónomos.

En agosto de 2012, un juez de Chiapas dictó auto de formal prisión en contra de Salazar Mendiguchía por la muerte de 35 recién nacidos que, de acuerdo con la averiguación previa, fallecieron entre noviembre de 2002 y enero de 2003 en el Hospital General K de Comitán, a consecuencia de una negligencia médica porque el hospital no contaba con infraestructura y equipamiento adecuados en el área neonatal.

El Chamula, que era el avión oficial, sirvió para que sus hijos viajaran a ver partidos del equipo Jaguares y echarle porras. Incluso Guillermo El Panda Ramírez, delantero que integró a la sazón el mediocre equipo, fue traído de Guatemala a Tuxtla, pero se supo que Salazar negó la aeronave para trasladar de Comitán a Ciudad de México a los bebés enfermos.

Por eso a Salazar se le acumuló un abultado expediente penal por homicidio culposo.

El domingo 03 de diciembre de 2006 Pablo dejó el poder. Y dijo que su ciclo en la política terminaba. Que se retiraba a su casa. Ahí, melancólico, pronosticó que el de su sucesor sería el mejor gobierno que ha tenido Chiapas.

Salazar estuvo recluido en el penal El Amate y posteriormente trasladado a Huixtla. Sin embargo, en un acuerdo político -según él mismo reveló en cadena nacional en un programa de radio- obtuvo su libertad.

Es decir, logró salir de reclusión por un pacto infame, no porque un juez determinara que él no tenía responsabilidad en tal caso.

Hoy, Salazar hace intentos por regresar a la actividad política, pero en la memoria colectiva están registradas las más abominables agresiones de su gobierno y los actos de rapiña.

A diferencia de la ley de causa y efecto (Karma), la justicia divina actúa a veces a largo plazo. Pero de ella nadie escapa.