Uno de enero
Viejo y cansado, sigue ahí…
Los locos dicen siempre la verdad. (Ché Guevara).
Uno de enero de 1994. Todavía andábamos con resaca. Un puñado de autóctonos armados (hasta ahora se conjetura si eran armas de verdad o de palo), enrolados en un ejército popular llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) había tomado el palacio municipal de Ocosingo.
Marchaba haciendo lo mismo en otros municipios, principalmente en San Cristóbal de las Casas, una de las primeras ciudades construida en la Nueva España, pueblo mágico, capital cultural y turística de Chiapas en donde hoy se mezclan innovación y arte colonial.
Organizados por un subcomandante con el alias de Marcos, los alzados se cubrían los rostros con pasamontañas y era evidente su inexperiencia y torpeza en el adiestramiento partisano pues, en un tris, sufrieron muchas bajas cuando el presidente Salinas de Gortari ordenó la intervención de las fuerzas castrenses para someterlos.
Salinas cerraba su gobierno agobiado por el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, los crímenes de José Francisco Ruiz Massieu y del cardenal Jesús Posadas Ocampo, escándalos de corrupción promovidos, tolerados y solapados presuntamente por su principal asesor José María Córdova Montoya, el gran operador de esas redes que se confeccionaron en Los Pinos en dicha época.
(Un periodista le preguntó a Colosio si incluiría en su gabinete al doctor de orígenes españoles. Con frialdad de kamikaze, el candidato Colosio respondió: “Amigo, el doctor Córdova no sólo no estará en mi gabinete: no estará en el país”).
Hombres del año
A la sazón “Hombre del año” en tres ocasiones para la revista Time, de Estados Unidos, entre una larga lista de dignatarios del mundo arriba incluso del polaco Lech Walesa, el padre del liberalismo social moderno.
Considerado un ingeniero de la política por su astucia e inteligencia; manipulador, con una mirada temeraria y penetrante a través de sus diminutos ojos negros, Salinas dio golpes espectaculares al desbaratar feudos antiquísimos como el de La Quina, Joaquín Hernández Galicia, en el sindicato petrolero; el de Carlos Jonguitud Barrios en el SNTE y elevó al paraíso del poder a nuestra querida paisana Elba Esther Gordillo Morales.
Sin embargo, Salinas fracasó frente a la guerrilla. ¿Por qué? Bueno, porque con la prosa de Marcos, la guerrilla lo aplastó en términos mediáticos. Y aunque luego publicó su libro en el que expía y trata de purificar sus culpas, ese taimado hombrecillo sigue bajo sospecha, atrapado en un torbellino de controversias no convencionales.
A diferencia de las guerrillas que impulsaron Emiliano Zapata en 1910 con su ejército del Sur, o Rubén Jaramillo desde las montañas de Morelos, el impacto que tuvo la guerrilla zapatista en América Latina y el mundo fue ciertamente profundo porque surge cuando el monolitismo político quizá adquiría su mayor punto de ebullición.
Con enormes asimetrías a la guerrilla de Guatemala que duró más de tres décadas y cuyas prédicas todavía se pueden observar en algunas comunidades del país, aquí el mayor daño que produjo la subversión fue el descrédito hacia el gobierno priísta y al propio país considerado hermano mayor en Latinoamérica.
México entonces era un país bronco y Chiapas, por ribete obligado y forzoso, fue asolado por un trance dramático que ensanchó la pobreza y el laberinto político: fue el efecto búmeran de la guerrilla.
Viejo y cansado…
Han pasado 28 años de la aventura zapatista, sin negar que el Ejército Zapatista está allí, pero es laudable que haya escogido el camino político que el de las armas que sólo generan olor a pólvora, luto, orfandad. Olor a cementerio.
El gobierno respeta al EZLN como grupo político sin cortejar una autonomía sui generis o inconstitucional porque nadie, ni grupos ni personas, pueden vivir en un estado de excepción o fuera de la legalidad.
Tampoco se le desafía. Sus necesidades y demandas se atienden integralmente no para favorecer caprichos, sino en el marco de una agenda política de equidad.
El necesario equilibrio en el ejercicio de gobierno nos da confianza y forja la inversión foránea y local con su detonante de empleo, seguridad, bienestar, paz social, gobernabilidad y mejores condiciones de vida para todos.
¿Por qué quise contarle esto? Es un balance para demostrarle que Chiapas es hoy tierra de oportunidades, no de disputas ni de absurdos desencuentros. Y, aunque viejo y cansado, Marcos, ya con otro nombre, sigue ahí…