Crisis del siglo XXI, reto de la ONU

La Organización de las Naciones Unidas inauguró el mes pasado, su 76 Asamblea General, organismo que es la esperanza para la paz, la seguridad y la concordia internacional.

El énfasis del secretario general, António Guterres, fue una llamada a los gobiernos y pueblos del mundo, describiendo el panorama sombrío de graves consecuencias que puede poner en grave riesgo el futuro mismo de la humanidad.

La agenda de la ONU es más complicada que nunca: lucha contra la pandemia covid-19, que ha enlutado a millones de hogares en el mundo, graves peligros del cambio climático, respeto a los derechos humanos, impulso de la vorágine tecnológica al servicio del hombre y no al mercado, disminución de la brecha entre países ricos y pobres, resolución de los peligros de la guerra, impulsar la solidaridad ante el fenómeno migratorio de países de América Latina y África, resolviendo las causas que son del subdesarrollo en lugar de reprimirlos brutalmente.

La comunidad de naciones navega a la deriva ante enormes desigualdades y tambores de guerras desde Afganistán hasta Etiopía.

Un fantasma recorre el mundo: desconfianza, divisiones, egoísmo, tensiones entre Estados Unidos y China, confrontación que puede alterar los frágiles equilibrios de la paz.

La enorme producción de vacunas es notable, la mayoría de los países opulentos ya están vacunados, pero al 90% de la población de África no le llega nada.

Ha sonado la hora decisiva para la resolución del cambio climático, se contempla señales de alerta, por el aumento de temperatura, la contaminación atmosférica, de ríos y mares, cuyas consecuencias podrían ser catastróficas.

El reto colectivo es ¿cómo reducir las emisiones en 45% para el año 2030?

La comunidad internacional padece un virus, enfermedad incurable: avaricia, codicia, egoísmo, estulticia, desconfianza, desigualdad y miseria al lado de la opulencia. Los economistas no saben qué hacer con los pobres del mundo.

Se contempla a multimillonarios que ya viajan por el espacio por placer, mientras millones de seres humanos tienen hambre y sed de justicia.

Ante el panorama anterior la juventud no tiene futuro asegurado, la 76 Asamblea de la ONU es la mejor oportunidad para impulsar valores de dignidad y justicia.

Los pueblos del mundo ya no quieren frasecitas elegantes, discursos ni promesas, quiere resultados concretos.

Se debe renovar la fe y esperanza en la Carta de San Francisco, en la declaración universal de los derechos humanos, para el desarrollo sostenible, en el acuerdo de París sobre el cambio climático, la construcción de un Nuevo Orden Económico Internacional, cerrar las brechas de injusticia para avanzar buscando juntos la estabilidad y seguridad internacional.

El Consejo de Seguridad se encuentra rebasado para tomar decisiones oportunas y poner fin a la patología de algunos estados que no conciben límites a su poderío de supremacía.

Mientras el mundo esté dividido entre débiles y poderosos, será imposible resolver los problemas que genera la barbarie, violencia, desorden global e intervenciones armadas unilaterales.