El derecho a la educación y el placer del aprendizaje

En 2019, la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo, canceló el programa Niños Talento de la administración anterior, que sólo se otorgaba a quienes tuvieran calificaciones de 9 y 10, sustituyéndolo por el programa Mi Beca para Empezar, el cual es universal para las y los estudiantes de preescolar y secundaria pública, con el propósito de ofrecer el mismo beneficio a todas y todos. Lo que significa un giro completo de la política social, y desde luego, una importante transformación en el ámbito educativo.

Determinar el talento de una persona por su calificación es un método cuestionable y muy subjetivo que suele conducir a injusticias, discriminación y a una competencia insana entre quienes integran el salón de clases; lo que provoca divisionismo, estrés, baja autoestima, inseguridad, frustración, egocentrismo y sentimientos de superioridad, entre otras desventajas.

La calificación es sólo una parte del proceso evaluativo; no se debe confundir una evaluación con una calificación, ya que la primera es parte imprescindible del proceso de enseñanza-aprendizaje, puesto que incluye medición, retroalimentación, reflexión e innovación, en tanto que la segunda es un resultado numérico concreto del que sí se puede prescindir.

Todos los días las y los estudiantes se enfrentan a situaciones que tienen que superar; sin embargo, éstas no son iguales para todas las personas, como tampoco los retos, obstáculos y ritmos de aprendizaje, de ahí que apostar por una educación inclusiva y humanista, ha sido el nuevo paradigma del gobierno capitalino, en consonancia con la nueva reforma educativa.

La educación no sólo se conforma de saberes, también de valores, por ello la necesidad de erradicar la pedagogía del oprimido que apunta únicamente a crear habilidades para el mercado y no para la vida. Dejar atrás la educación alienante basada en la memorización y repetición, para dar paso a una concientizadora que fomente el pensamiento crítico y su relación con el entorno, será sin lugar a dudas, el parteaguas del bienestar y del desarrollo individual y social.

La competencia no debe ser con quién ocupa el pupitre de al lado, sino con uno mismo, en la idea de alcanzar la autosuperación y la evolución. La pedagogía debe tender a la libertad y autonomía, a la solidaridad y a la fraternidad, con el fin de generar seres humanos humanizados.

La educación es el corazón del proyecto del gobierno capitalino, por eso es un derecho consignado en la ley y no un privilegio. Garantizar que sea accesible para todos los niños, niñas y jóvenes, es una prioridad que nos convoca a toda la ciudadanía.

La política social y educativa de la ciudad no admite privilegios, distinciones perversas, ni corrupción, por lo que el gobierno, el cuerpo docente, madres y padres de familia, estudiantes, así como la sociedad en general, deben apostar por este nuevo modelo, con el objetivo de hacer posible el derecho a la educación y el pacer del aprendizaje.

Cada niña, cada niño y cada joven deben tener el deseo de estudiar no para pasar un examen u obtener una beca, sino por el placer de aprender. Como argumentó Sor Juana Inés, “no estudio por saber más, sino por ignorar menos”.