Cuando el izquierdista Gustavo Petro se instaló jubiloso el pasado domingo en una tribuna en Bogotá para proclamarse presidente electo de Colombia, lanzó varias frases cruciales sobre lo que sería su cuatrienio.
“Dejar el odio atrás”, pidió. “El gobierno de la esperanza”, anunció. “Habrá oposición indudablemente, férrea, tenaz”, admitió.
“Ya hay mucho estrés y tensión de Petro con los sectores militares”, dijo John Marulanda, coronel en reserva activa del ejército de Colombia y presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales de las Fuerzas Militares de Colombia en Retiro (Acore). “Hay una situación de mucho estrés, mucha tirantez, de mucha presión entre el sector militar y el sector [de Petro], pero eso se resuelve, no diría fácilmente, se resuelve de una manera pragmática”, dijo Marulanda.
La inquietud castrense se concentró en la posibilidad de que Petro convoque a un plebiscito para modificar la Constitución de Colombia “y ver si se queda más tiempo de los cuatro años reglamentarios”, advirtió. “Ese parece ser uno de los objetivos de acuerdo con el libreto que hemos visto en los demás países por parte de los gobiernos comunistas”, dijo. Petro rechazó que quiera permanecer en el poder más allá de cuatro años.
El triunfo de Petro cimbró a las estructuras tradicionales de poder en Colombia. No obstante, el empresariado, uno de los focos principales de influencia en ese país, ofreció al presidente electo su disposición para mantener la libertad económica.
Un factor crucial para Petro será consolidar el cumplimiento del pacto de paz suscrito por el gobierno con la ahora disuelta guerrilla comunista de las FARC, que entró en vigor en diciembre de 2016.
Petro prometió avanzar hacia un acuerdo de paz con la también guerrilla comunista del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Pero la paz con el ELN, reiteradamente acusado de narcotráfico, genera desconfianza en el sector militar con el pasado guerrillero de Petro.