Intentando entender la cabeza de Trump, algunos ejemplos

Intentar entender a Trump se ha vuelto una de las labores más complicadas y, sin embargo, indispensables, no solo para analistas, sino para funcionarios y políticos en Washington y en todo el planeta. Antes de su toma de posesión, había referencias acerca del Trump empresario, pero no teníamos experiencia en cuanto a su comportamiento en temas de seguridad global, comercio internacional, manejo de tratados multilaterales o diplomacia. Hoy, tras dos y medio años de gobierno, tenemos algunas nociones para comprenderlo mejor.

Quizás debemos partir de que la cabeza de Trump es una especie de torbellino dentro del cual se mueven muchas “corrientes” a la vez. En una de esas corrientes, se encuentra la idea de pasar a la historia como el presidente que logró que EU sea “grande otra vez”, lo que debe conseguirse colocando los intereses de los estadounidenses “primero”. Esto le impone la necesidad de deshacerse de los “pésimos” acuerdos firmados en el pasado, y ejercer la presión suficiente para renegociar términos más favorables. Para lograrlo, en esa misma cabeza existe la consideración de que EU es una nación casi todopoderosa para doblegar a sus contrapartes. Hemos visto ejemplos de ello con China, con India, con Europa, con su salida del TPP, del TLCAN o el acuerdo nuclear con Irán, o sus negociaciones con Corea del Norte.

Sin embargo, en ese mismo torbellino de corrientes, existe la consideración paralela de que EU no debe involucrarse en conflictos lejanos, ajenos y prolongados o llevar a cabo intervenciones militares que puedan salirse de control como ocurrió con Irak o Afganistán. Esto impone ciertos límites a sus amenazas. Por ejemplo, en su pensamiento vive la promesa que hizo en su toma de protesta de “erradicar el terrorismo de la faz de la Tierra” pero no al grado de detonar conflictos prolongados indeseados, o dejar fuerzas permanentemente en sitios distantes.

Si intentamos combinar varios de los elementos anteriores, podemos leer de manera vinculada los recientes temas de China y Corea del Norte. Trump estaba logrando demostrar que él era “más eficaz” que Obama, Bush y Clinton juntos, porque él estaba logrando “eliminar” la amenaza nuclear norcoreana. En su cabeza, esto fue el producto de haberse proyectado como creíble cuando amenazaba a Kim con “lluvia y fuego”. No obstante, las cosas en esas negociaciones se complicaron y su mensaje de eficacia se estaba derrumbando. Entonces, mediante una visita a Pyongyang, Xi Jinping le recordó a Trump que, si desea resolver su asunto con Corea del Norte tenía que mostrarse más flexible en su trato con China. Así, Trump eligió priorizar su aspiración de “pasar a la historia” como aquél que “resolvió” el tema norcoreano, y pactó un “cese de hostilidades” con Xi, para luego viajar a relanzar las negociaciones con Kim.

Hay otros ejemplos, pero lo importante es el patrón: (1) Trump está todo el tiempo comunicándose con una audiencia interna a la que ha hecho promesas, con la que quiere mostrarse como un presidente que sí cumple, y que está priorizando los intereses de los estadounidenses, no los de “otros”; (2) Al mismo tiempo, quiere diferenciarse de los presidentes del pasado deshaciendo sus “pésimos” acuerdos y políticas, y reposicionando el prestigio de EU en el mundo; (3) Para lograrlo, cuenta con toda clase de estrategias de presión: destruye pactos, aplica aranceles, sanciones y amenaza con la fuerza militar; (4) Sin embargo, no todo le sale bien. Las fuerzas que desata frecuentemente cobran dinámicas propias que se le escapan de las manos y le obligan a corregir.