Las oposiciones

Con el realineamiento político que tuvo lugar en 2018 algunas piezas del tablero se han descolocado en el nuevo gobierno: las oposiciones. En una democracia la oposición es una parte importante del sistema político; y son necesarios los actores que colaboran y los más antagonistas. El tsunami electoral barrió a los opositores, pero a medida que el mar regresa a su cauce empiezan a salir los representantes de otras corrientes, pero tienen pocos argumentos, no logran armar un proyecto creíble y su capital político es escaso. Ahí están, tienen diversas expresiones, apoyos y posibilidades de recuperación. Hablar de una pluralidad de actores permite saltar el simplismo de que se trata de un mundo homogéneo.

La oposición más visible la integran algunos partidos políticos. Son la zona en donde mejor se aprecia el tamaño de la derrota. El conjunto de las tres grandes fuerzas que gobernaron el país entre 1989 y 2018, tuvieron la mayoría de votos, los cargos y los presupuestos a lo largo de 30 años. En general, hasta ahora no ha despuntado alguna agenda alternativa de políticas a la 4T, ha predominado el oposisionismo, que en algunos casos ha llegado a la pataleta y el ridículo. No sé si esos partidos han asimilado lo que les pasó el 1 de julio de 2018, a veces parece que no. En el fondo, la derrota habla del fracaso de una partidocracia que cómodamente ejerció el poder, pero se desconectó de sus electores y normalizó los excesos a los que llegó el país, sobre todo en materia de violencia, corrupción, impunidad y desigualdad. Esa oposición hace hoy su juego desde un lugar equivocado, es decir, desde el imaginario de que México era un país llamado Dinamarca y, de pronto, despertamos rumbo a Venezuela. 

La marcha del pasado 1 de diciembre fue un espacio para toda clase desvaríos, desde la agresión, la auto-negación partidista —en donde connotados militantes del PAN y del PRD escondieron sus colores-, hasta el reclamo desnutrido de causas tradicionales de la derecha, como su posición en contra del aborto, la petición de ayudas a Trump, y un rancio anticomunismo, como si todavía viviéramos en la época de la guerra fría. A esa oposición le vino como anillo al dedo el caso de la familia LeBarón, que les dio un poco de espacio y tema de agenda para protestar en contra de la violencia, que cada día resulta más insoportable y costosa.

Hay otras oposiciones, como ciertos grupos empresariales que se han vuelto opositores orgánicos a la 4T a partir de expresiones institucionales, como el caso de la Coparmex. Existe una amplia y variada gama de opositores que se expresan en la prensa con sus políticas editoriales y sus opiniones críticas; también las redes sociales tienen un alto contenido opositor. Están los votantes que no apoyaron a AMLO o los que sí votaron por él, pero se han decepcionado por distintas razones, algunas muy válidas. También desde diversos espacios de la misma izquierda se critica a AMLO y a su 4T, ya sea porque no es de izquierda o porque no cumple con lo que ofreció en campaña, y en ese espacio crítico están desde los zapatistas, hasta Cuauhtémoc Cárdenas. Hay izquierdas y derechas que son oposición a la 4T.

Existen múltiples discursos de crítica, desde los que afirman que se está destruyendo a la democracia porque se quiere controlar a los organismos autónomos, hasta los que afirman que vamos hacia el comunismo. Todas esas opiniones, algunas fundamentadas y otras completamente fuera de la realidad, forman un cóctel muy heterogéneo cuyo pegamento es el odio o animadversión a AMLO.

Mientras los —hoy— partidos de oposición que gobernaron, no dijeron que se destruía a la democracia, cuando ellos se repartían —mediante cuotas— los organismos autónomos; tampoco se escandalizaron ante los niveles de violencia y corrupción que alcanzó el régimen en los pasados gobiernos. Sin duda, el clima de polarización que vive el país está muy vinculado a las formas de expresión opositora, que es muy emocional. Sin embargo, en la parte gubernamental, AMLO también tiene responsabilidad en la polarización por su discurso antioposición, pero esa es otra historia.