Mexicanos deben luchar por el fin de la impunidad
Su abuela Matilde Pérez de Gonçalves y su familia biológica vivieron años de amargura por la desaparición del nieto. El Universal

El argentino Manuel Gonçalves Granada no conoce México, pero sí sabe de las penurias de decenas de miles de familias mexicanas por la desaparición forzada de mujeres y hombres y por su ausencia sin explicación.

“Lo más doloroso es que las desapariciones hoy se siguen perpetrando. Y los mexicanos tienen que luchar por el fin de la impunidad por los desaparecidos en México”, dijo Manuel, nieto localizado luego de más de 21 años de angustia y zozobra familiar y ahora activista por la defensa de los derechos humanos.

“El primer gran paso es romper con la impunidad, que trae la reparación y la verdadera posibilidad de la no repetición”, aconsejó este sobreviviente de la política militar de desaparición forzada que se aplicó en Argentina de 1976 a 1983.

Adopciones ilegales

La represión en ese país activó un plan de adopciones ilegales que, en el caso de Manuel, lo separó para siempre de sus padres verdaderos —asesinados a balazos— y convirtió en nieto de paradero ignorado de 1976 a 1997. En ese trance, su abuela Matilde Pérez de Gonçalves y su familia biológica vivieron años de amargura y desconsuelo por la desaparición del nieto.

Con unos seis años, Manuel se enteró en 1982 en Argentina que la mujer y el hombre —los Novoa— que siempre identificó como sus progenitores no eran ni su madre ni su padre. “Pregunté y mi mamá de crianza me dijo que yo no había nacido de su panza”, recordó Manuel, ahora con 46 años, y sin rencores para esa mujer, fallecida en 2011. El padre de crianza murió en la época en que Manuel fue introducido a la familia, y no lo recuerda.

Con 21, Manuel conoció en 1997 toda la verdad de su mamá y su papá. Ana María del Carmen Granada y Gastón Roberto José Gonçalves fueron asesinados en 1976 en la intensa represión política en Argentina con el ascenso al poder ese año, vía golpe de Estado, de una dictadura militar derechista que gobernó hasta 1983 y heredó un desastre humanitario con más de 30 mil desaparecidos. “Yo fui entregado por un juzgado en adopción ilegal por el plan de la dictadura de quedarse con los bebés de los desaparecidos para ser entregados a otras familias y nunca devueltos a sus verdaderos familiares”, narró.

Su padre, con 25, fue desaparecido el 24 de marzo de 1976 —el día del golpe— y sus restos aparecieron en abril de ese año y sepultados ese mes como desconocido. Su madre fue asesinada el 19 de noviembre de 1976 en un asalto a balazos de fuerzas policiales y militares a una casa en Buenos Aires, donde se escondió con Manuel y otras personas. Ana María salvó la vida de Manuel, al meterlo en un ropero. “Mi mamá me protegió con almohadas”, relató Manuel, quien tenía cinco meses y 23 días.

Localizado

Manuel, quien hoy tiene una hija, Marina, de 22 años, fue localizado en 1995 por las Abuelas de la Plaza de Mayo, institución (no estatal) argentina de derechos humanos de mujeres que buscan a sus hijas e hijos que desaparecieron de 1976 a 1983 y a sus nietos que fueron robados para ser vendidos, regalados o negociados en adopciones ilícitas por la dictadura.

Manuel reconstruyó la muerte de su madre y su estadía en el hospital con documentos oficiales, declaraciones de médicos y enfermeras y otros testimonios y datos que investigó en una batalla judicial que lanzó contra los culpables de la masacre. Un tribunal argentino condenó en 2012 a prisión a tres jefes policiales y militares que condujeron la incursión armada: Manuel derrotó a la impunidad.