Mucho lodo y pocas propuestas

A 13 días de que México viva la elección más grande de su historia, los ánimos crecen, las descalificaciones y acusaciones prevalecen, y mucho de lo que hoy se dice de uno u otro candidato marcará su vida personal para siempre. Una vez que se arroja lodo, no existe forma de no mancharse del mismo.

Qué lamentable que la sociedad mexicana, hoy, observe la putrefacción con que la política se dinamiza. Observa a los candidatos trasladando entre sí denostables acusaciones en las que, incluso, algunos comunicadores dejan a un lado la objetividad, para transmitir información con base en sus intereses personales o creencias.

Hoy, la sociedad se encuentra inmersa en la confrontación de la clase política, en la que, incluso, algunos que hacen política y dicen no ser políticos, de igual manera, por una u otra razón, su nombre ha quedado manchado.

La sociedad difícilmente sabrá qué es verdad o qué es mentira. Las campañas negras se agudizan conforme se aproxima el día de la elección, y es innegable que muchas de estas provocan el hartazgo de la sociedad; sin embargo, también está claro que los votantes han desarrollado criterios propios para definir su postura político-electoral ante los diversos escenarios que se les presentan.

Lo que la sociedad sí tiene claro es el hartazgo que le provoca la denostación consistente contra un adversario, ya que esta se reafirma cuando no se tiene capacidad propositiva.

El ánimo social también jugará un papel preponderante y no solo se refleja en la elección de una u otra opción, la abstención también es el resultado de ese estado.

Es común que el interés que muestra un candidato a un cargo de elección hacia el electorado sea totalmente distinto a la hora de cumplir sus promesas o de ejercer su obligación; quizás, esto provoque en los gobernadores salientes, sabedores de que son muy pocas sus opciones políticas, el desinterés que los lleva al abandono de sus obligaciones gubernamentales y su preocupación se concentre en colocar a un sucesor que facilite su traslado a la vida casi común, para que la pérdida de privilegios no resulte tan frustrante.

Reza un refrán, una vez que se esparce el confeti difícilmente se recoge completo, hoy las benditas redes permiten observar la conducta de unos u otros; sin embargo, hay quienes, con un acreditado buen gobierno, logran la simpatía del electorado que tiene la oportunidad histórica de ejercer su poder político.

Este 6 de junio debe ser un día de fiesta, porque es el momento en el que el pueblo de México demostrará el poder que tiene en sus manos y tomará la decisión de quién habrá de provocar en la sociedad bienestar o mayor pesar.