No parimos hijas para que las desaparezcan

Las guatemaltecas Maritza Aracely López Cojón, de 15 años; Has-lynn Diosinarynn Artiga Estrada, de 12; Vivian Leyli García Caballero, de 16; y Leyli Mefertery Setino García, de 3 meses, desaparecieron el 9 de mayo de 2022 en Guatemala.

La costarricense Génesis Yazmín Barquero Ortiz, de 17, desapareció el 10 de este mes en Costa Rica. La salvadoreña Damaris Raquel Ochoa Molina, de 15, desapareció el 27 de marzo en El Salvador.

Ellas son solo algunos de los rostros de niñas y adolescentes desaparecidas en Centroamérica. De Guatemala, Costa Rica y El Salvador a México, Colombia, Ecuador y al resto de América Latina y el Caribe, el fenómeno de las desaparecidas suma al día más y más víctimas.

La desaparición atizó el asesinato de mujeres. Cifras en poder de EL UNIVERSAL indicaron que México, Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Cuba, Venezuela, Costa Rica, Uruguay, Paraguay, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y Bolivia sumaron cinco mil 310 feminicidios, a más de 14 por día en 2020; mientras que datos preliminares aseguraron que en 2021 llegaron a cinco mil 630 o más de 15 al día.

La desaparición de mujeres “es brutal”, describió Human Rights Watch (HRW, por sus siglas en inglés), organización de defensa de derechos humanos con sede en Washington.

El (no estatal) Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible de Guatemala (Iepades) mostró que de cuatro mil 864 personas desaparecidas de enero de 2020 a febrero de 2022 en ese país, tres mil 46 —o casi 62 %— son mujeres y mil 818 son hombres, por lo que en unos 62 de cada 10 son del sexo femenino.

“Es trata de personas”, aseguró la socióloga guatemalteca Carmen Rosa de León, directora ejecutiva del Iepades.

“Un factor asociado a las desapariciones es la migración irregular. Por corrupción, manejo inadecuado de recursos públicos y falta de educación, muchas jóvenes carecen en sus comunidades de estudio y salen a buscar estudiar y se niegan a caer en lo que sus padres las quieren obligar: casarse en sus pueblos a los 16 y 17 años”, relató.

“Muchas de ellas son engañadas cuando se les dice que conseguirán trabajo para que luego paguen el viaje. Al final es un negocio de trata de menores para prostitución y abuso sexual asociado a esta ruta de migración y a las desapariciones”, subrayó.

Con suerte, las hallamos muertas

Un segundo factor es el narcotráfico. “Las áreas dominadas por cárteles del narcotráfico estadísticamente se asocian a mayor desaparición de mujeres. Hay una correlación”, explicó.

La (no estatal) Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec) reveló que según datos del gobierno ecuatoriano, de enero a diciembre de 2021 se registraron siete mil 722 denuncias de desaparición de mujeres y hombres en ese país.

Del total, siete mil 632 personas fueron localizadas y 360 siguen desaparecidas. “De este universo, 53.1 % corresponde a mujeres”, precisó.

“Cuando tenemos suerte, las encontramos muertas. Cuando no tenemos suerte, no las encontramos ni vivas ni muertas. Siempre nos queda eso de no saber qué pasó”, lamentó la ecuatoriana Lidia Rueda, presidente de Asfadec y activista de derechos humanos.

“En un mundo globalizado, este problema también se ha globalizado. La violencia va recrudeciendo y atacando en especial a la mujer. ¿Qué pasa? ¿Por qué contra la mujer? Nadie se compadece de los derechos humanos.

“La sociedad va enloqueciendo cada día más y el hombre se empodera en su machismo”, dijo Rueda a este diario.

Para la mexicana Ana Lorena Delgadillo, directora ejecutiva de la (no estatal) Fundación para la Justicia, de México, “mientras haya impunidad se está mandando un permiso para que haya desapariciones y feminicidios”.

A consulta de este diario, Delgadillo puntualizó que “muchas desapariciones terminan en feminicidios por falta de mecanismos efectivos de búsqueda y de políticas reales de prevención de violencia contra las mujeres”.