Ayer jueves, 24 de noviembre, se celebró el Día de Acción de Gracias o Thanksgiving, una de las celebraciones más importantes en Estados Unidos, en la que miles de familias se reunieron para celebrar ese día con una cena.

En 1863, el presidente Abraham Lincoln hizo la proclamación oficial de que el pueblo estadounidense celebrara el último jueves de noviembre como un “día de alabanza y acción de gracias con el Creador”.

Asimismo, en 1939 se adelantó al cuarto jueves de noviembre por el expresidente Franklin Roosevelt, con la intención de extender el periodo de compras navideñas y estimular la actividad económica durante la Gran Depresión.

La gran tradición de acción de gracias trata de reunirse toda la familia en una casa para cenar el mítico pavo. El pavo se suele acompañar de un primer plato más ligero que suele ser una crema de calabaza, de guarniciones como coles de bruselas o boniatos y de postres como el pastel de calabaza o el pastel de manzana, e incluso una tarta de zanahoria.

El pavo es uno de los platillos estelares en la celebración y quizá la tradición más importante y perdurable.

De acuerdo con la historia de la primera cena en 1621, recordada por William Bradford en el relato “Of Plymouth Plantation”, los peregrinos de Plymouth agregaron a sus cenas aves acuáticas, venado, langosta y pavos salvajes como su plato fuerte, pero no tan elaborados como actualmente se preparan.

Se cree que los peregrinos cazaban principalmente pavos salvajes, los cuales abundaban en el área de Plymouth.

Edward Winslow, autor de “Mourt’s Relation. A Journal of the Pilgrims at Plymouth”, dice que los peregrinos se encargaban de recolectar aves silvestres, sin especificar una en especial, ya que bien pudieron haber sido patos o gansos.

La teoría de Bradford sirvió para que surgieran defensores de que el Día de Acción de Gracias debía convertirse en una fecha feriada nacional y que se promoviera el pavo como el platillo principal, ya que es un ave exclusivamente norteamericana y común en los vecindarios.