¿Una cumbre de líderes predecible?

El 10 de enero tendrá lugar la Décima Cumbre de Líderes de América del Norte, con temas como equidad e inclusión, medio ambiente, competitividad, migración, desarrollo, salud y seguridad común.

Se ha anunciado que la prioridad para México será la reducción de la pobreza y la desigualdad, además de una Alianza para la Prosperidad de los Pueblos de las Américas.

Ya México había realizado esfuerzos propagandísticos para posicionar grandes agendas internacionales, como el Plan Mundial de Bienestar y la Tregua Mundial de Cinco Años.

La crisis migratoria debe ser abordada con sensatez bajo el principio del respeto incondicional a los derechos humanos de las personas que migran. La permanencia del Título 42 obliga a tomar decisiones urgentes para hacer frente a la crisis humanitaria en las fronteras, agravada en esta época invernal.

El cambio climático tiene efectos importantes en las migraciones y en la calidad de vida. Por el momento, se ha anunciado el Plan Sonora, para fortalecer la integración de las cadenas productivas regionales y la transición hacia las energías limpias. Sin embargo, el éxito de Plan dependerá de que el gobierno de México dé un giro a su política energética y derogue las nocivas reformas a la Ley de la Industria Eléctrica.

No se puede dejar de lado el crucial tema de la seguridad regional, base indudable de la prosperidad.

En materia de las relaciones comerciales, se debe consolidar un clima de negocios que garantice certeza a las inversiones y el cumplimiento de los acuerdos.

La Décima Cumbre podría ser histórica por la dimensión y la trascendencia de los acuerdos logrados, pero también podría convertirse en una predecible extensión de las Conferencias Mañaneras, y en una larga perorata en la que el monólogo del presidente mexicano trataría de imponerse sobre el concierto de tres naciones soberanas que deben tomar decisiones urgentes, de cara a un futuro retador que demanda altura de miras y visión de Estado.