Ediles pierden autoridad

Nos parece normal, pero no lo es. Ya no nos sorprende, pero sí está ocurriendo algo anormal que debería preocupar a las autoridades.

Fueron suspendidas las fiestas patrias en cinco municipios chiapanecos por hechos de ingobernabilidad, por presiones sociales y porque los presidentes municipales ya perdieron autoridad.

Eso, aparentemente, no es grave. Pero las fiestas patrias corresponden a la sociedad en su conjunto. Muchos mexicanos esperan esa noche para divertirse sanamente.

Esperan con entusiasmo cuál va a ser el artista principal que acudirá a la plaza principal de sus ciudades para disfrutar de sus interpretaciones, también en forma sana.

Y de eso a que vengan grupos de inconformes que, en forma radical, obliguen a las autoridades a suspender esas fiestas que pertenecen al pueblo hay algo que debería preocuparnos, y mucho, porque son actos desafiantes a la autoridad. La anarquía se impone al Estado de Derecho. Esos actos no deben crecer. Podría cundir el mal ejemplo hasta convertirse en una situación generalizada e incontrolable.

Transición en marcha

Las oficinas en las dependencias federales ya están en plena transición desde hace dos semanas, aproximadamente.

Los próximos funcionarios ya están dentro de las oficinas que estarán encabezando en el nuevo gobierno federal y están enterándose de cuáles son las circunstancias en que se encuentran.

Las anteriores transiciones sexenales habían sido normales pero la de este 2018 es atípica, por simples y explicables razones.

El ahora presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, empezó a nombrar a sus principales colaboradores desde las campañas de proselitismo, mucho antes de que se celebraran los comicios.

A otros los nombró después de haberse conocido los resultados de la elección del 1 de julio pasado.

Son nombramientos de palabra porque el tabasqueño no sólo podrá extender nombramientos escritos a partir del 1 de diciembre próximo, pero de todas formas todo eso ha facilitado las cosas para empezar una transición ordenada y suficientemente anticipada.

Decía yo que los equipos de transición del presidente entrante ya están en las oficinas enterándose de cuáles son las circunstancias administrativas, operativas y laborales de cada una de ellas.

Eso va a permitir que cuando llegue el 30 de noviembre la mayoría de ellos tengan ya en sus manos las carpetas con expedientes conteniendo la información necesaria que hacen funcionar a las instituciones.

Así, los nuevos jefes y sus subalternos podrán iniciar sus funciones el 1 de diciembre con conocimiento de causa para echar a andar, sin dificultades mayores, el engranaje institucional.

Está muy bien que los funcionarios entrantes estén enterándose de cómo funcionan las dependencias federales, cuáles son sus presupuestos, cuáles son sus plantillas laborales e incluso cuáles cosas han servido y cuáles son susceptibles de ser modificadas para que se vuelvan funcionales.

También están haciendo, con la ayuda de los actuales funcionarios, los cálculos del presupuesto de egresos para el 2019.

Los mariachis no callaron

Ya terminaron las fiestas patrias. Está yéndose, en forma inexorable, el 2018.

Así vendrá la conmemoración del Día de Muertos, los festejos del inicio de la Revolución Mexicana y finalmente, pronto, pronto, vendrá diciembre y los festejos del fin de año.

Tal vez la nota desagradable de la noche del 15 de septiembre haya sido el ataque a balazos que dejó a cinco muertos en la tradicional y emblemática plaza Garibaldi de la Ciudad de México.

Precisamente esa fecha, propios y extraños, gustan ir a esa plaza a escuchar la música de los mariachis, quienes deambulan de un lado a otro, prestos para interpretar cualquier melodía que se les pida.

En esta ocasión, los asistentes se encontraron a esa tragedia que inicialmente dejó enlutados a cinco hogares.

La información circuló en forma profusa desde el momento mismo del ataque, la noche del 15. La instantaneidad de las redes sociales. Fue una nota roja más.

Una reportera que andaba por ahí casualmente registró el hecho con su pequeño celular y se dijo sorprendida porque en algunos restaurantes y bares la música tocaba y tocaba, a pesar del estruendo de las balas percutidas por los asesinos.

Aún así los mariachis no callaron. La parranda siguió.

En la Plaza Garibaldi, en pleno centro de la ciudad de México, tres sicarios disfrazados de mariachis atacaron un negocio de venta de cervezas, cuyo saldo fue tres personas muertas y siete heridas, según el reporte preliminar de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina.

Después se supo que fueron cinco muertos. Ayer lunes el número se incrementó a cinco fallecidos.

El trío de sujetos vestidos de mariachis disparó la noche del viernes, primeramente, contra seis personas que se encontraban en un local de venta de cerveza, fritangas y postres ubicado en plena explanada de la plaza. Y durante su huida lesionó a otras cuatro, decían los reportes preliminares.

Después del atentado, los responsables huyeron en motocicleta por la calle de República de Honduras, sin que la policía capitalina lograra detenerlos.

En cuestión de minutos la Plaza de Garibaldi se llenó de policías quienes acordonaron el sitio donde quedaron los tres cuerpos y los más de 50 casquillos percutidos.

Pero los centros nocturnos de sus alrededores siguieron funcionando.

El resto de la nación celebró sus fiestas patrias como lo ha hecho todos los años.

No pasó a más. Al día siguiente nos enteramos de los ataques de bandas criminales.  Siguieron su ritmo en otros lados del país, pero eso es aparte. Nada que ver con las fiestas patrias.

La plaza ícono de los mariachis a nivel nacional se tiñó de sangre y los adelantos de las investigaciones revelan que el móvil, necesariamente, está relacionado con la venta de drogas.

alexmoguels@hotmail.com