La masa humana migrante

A cualquier mortal se le parte en pedazos el corazón al ver las imágenes de miles de hondureños huir de su tierra en busca de comida y de seguridad para ellos y para alguno de los miembros de su familia que haya logrado traer consigo.

Habría que ponerse en su lugar por un par de minutos, nada más. Nada traen consigo, más que la ropa puesta encima y quizá algo más en una pequeña mochila.

Se han olvidado ya de lo que significa identidad o cultura de un país. Se han olvidado ya del valor de la familia o de los amigos.

Su única opción es la sobrevivencia y cuando alguien está en esa circunstancia es lo mismo que estar entre la espada y la pared, por decir lo menos.

Quienes han vivido toda una vida en Chiapas han de recordar que desde siempre ha pasado frente de sí algún migrante centroamericano, porque desde siempre ese país ha sufrido circunstancias de pobreza, subdesarrollo e inestabilidad social.

Aquellas personas de mi generación han de recordar también la crisis de los 80, cuando la guerrilla guatemalteca traía asolado a ese país entero y cuando, por esas mismas razones, el gobierno nacional creó a los famosos kaibiles.

Según los libros de historia y la definición de la famosa biblioteca digital Wikipedia, los kaibiles son soldados de élite del Ejército de Guatemala, preparados para llevar a cabo operaciones especiales y de inteligencia, y, actualmente, operaciones contra la delincuencia terrorista.

Su lema: “Si avanzo...sígueme. Si me detengo...aprémiame. Si retrocedo...mátame. ¡Kaibil!”

Los gobernantes de aquella época tuvieron que recurrir a esa dureza para poner orden interno y aun así les llevó varias décadas para poder estabilizar políticamente a Guatemala, acabar con los líderes guerrilleros y apaciguar, más o menos, a todas esas huestes.

Miles de guatemaltecos huyeron hacia México en aquel tiempo por miedo a ser aplastados por esa guerrilla.

México siempre se ha caracterizado por su política humanitaria, caritativa y piadosa frente a los españoles que huyeron de su país en épocas del dictador Franco, frente a los chilenos víctimas de Pinochet o de los guatemaltecos en esos tiempos aquí recordados.

Con la ayuda del gobierno mexicano y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se instalaron en Chiapas, principalmente en su zona fronteriza, campamentos de refugiados para que vivieran las víctimas de la guerrilla guatemalteca.

La situación política de Guatemala se fue acomodando en forma gradual y a principios de los 90 el Alto Comisionado para la Atención de Refugiados de la ONU organizó un regreso masivo de guatemaltecos que ya habían vivido casi una generación en territorio mexicano –en Chiapas- y se fueron a su país con hijos casados con mexicanas o viceversa, en muchos casos.

La misión humanitaria de México se cumplió en ese tiempo. De principio a fin. Eran otros tiempos, claro. Había menos densidad poblacional en México y, por consiguiente, no había tanta necesidad de empleo, ni de dinero ni tanta pobreza extrema nuestra.

La historia se repite

Hoy la historia parece repetirse con la llegada de una ola de migrantes hondureños sedienta de comida y trabajo. Sólo que las circunstancias políticas y sociales mexicanas hoy son totalmente distintas.

Hace treinta años la prensa era escasa. La poca que había era controlada y publicaba sólo conveniencias de sus editores y de los gobiernos en turno.

La naturaleza de los propios medios era prácticamente limitada. Estaban en auge la radio y la televisión a nivel mundial. Pero eran pocos los hogares que gozaban del privilegio de un aparato de esos. La tecnología estaba en pleno nacimiento.

Quiero decir con eso que, si acaso había información relevante, no había como hacerla llegar a los oyentes, televidentes o lectores.

Hoy el mundo entero está siendo informado en tiempo real de esa ola de migrantes, desde su salida de Honduras y hasta su llegada, ayer mismo, a la frontera de México con Guatemala.

Las cadenas televisoras internacionales están peleándose las transmisiones en vivo y las redes sociales ni se diga. Las redes sociales no tienen directores de noticia que los guíe o matice sus transmisiones. Pasan al rojo vivo, sin la posibilidad de un corte previo.

Los aderezos políticos también son otros más exterminadores. El ejemplo claro de eso es el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien tiene su poderío político y económico en el cuello de los países latinoamericanos, principalmente los centroamericanos, incluido México.

Eso ha puesto al gobierno mexicano entre la espada y la pared. Las autoridades mexicanas parecieran estar conteniendo el aire por la angustiante situación en que se encuentran.

Ojalá y las cosas no pasen a más. Ojalá el gobierno mexicano saliente de Enrique Peña Nieto y entrante de Andrés Manuel López Obrador tengan la suficiente sensibilidad política para encontrar el suficiente equilibrio entre la dureza de Trump y la necesidad de atender humanitariamente a tantos hondureños que hoy están desesperados buscando cómo sobrevivir.

La especulación está a punto de convertirse en una verdad, de que el mismo Donald Trump está meciendo la cuna desde la oscuridad para generar esa masa humana migrante a efecto de él seguir capitalizando sus simpatías anti migrantes con miras a las elecciones intermedias de su país de principios de noviembre próximo.

Todo puede suceder. Cosas peores han hecho en aras de ganar simpatías políticas. La situación inhumana en que están viviendo los hondureños fue un perfecto caldo de cultivo para generar la multicitada masa humana que hoy está cruzando ya por tierras mexicanas con la intención de llegar hasta los Estados Unidos.

Como dijo alguna vez Javier López Moreno, como gobernador interino de Chiapas en referencia a la guerrilla de1994, uno también diría: hoy se avizoran días aciagos para Chiapas y para México.

alexmoguels@hotmail.com