El nuevo saqueo

Suicidio de AMLO

“No nos volverán a saquear”, gritó de manera desaforada José López Portillo durante su último informe de gobierno, en septiembre de 1982. Alegó, entonces, que los “malos mexicanos” se habían llevado al exterior más de 40 mil millones de dólares y que esta conducta antipatriótica le había obligado a nacionalizar los bancos para tratar de impedir un derrumbe mayor cuando este ya era total. Pero no fue todo; aseguró que les daría un mes, el mismo mes “de la patria”, para que regresaran sus fortunas. Nadie le hizo caso sino, al contrario, provocó la ira de quienes se burlaban de él por haber dicho que defendería al peso “como un perro”. Terminó aceptando que tendría que haber contado con “una jauría” pero el desplome de la economía ya era irreversible y de este nunca pudimos reponernos.

En 2024, cuando todavía no llegamos a la mitad de año -cuando ya no estará en el gobierno el mandante pelafustán y esperemos que tampoco su marioneta alentada por las encuestas oficiosas ordenadas desde Palacio Nacional-, Banxico informa de dos asuntos trascendentes conectados entre sí:

1.- No tiene remanentes para entregarle alguna salud financiera al régimen que inevitablemente fenece.

2.- Tal se debe a que el súper-peso, convertido en una arenga falsaria de López Obrador, tuvo que ser reforzado para mantenerse contra la corriente para no afectar la demagogia ramplona del mandante. Se dilapidó la divisa verde hasta extenuarla.

En resumidas cuentas: al Banco de México no le sobra ni un peso para aligerar la carga de una administración en punto de quiebra. Y esta es la razón, no otra, de la desesperada cacería de Afores donde, también por mandato oficial, habían depositado sus ahorros de muchos años millones de mexicanos aunque fueran forzados para ello. Ahora se volatizaron con un solo parpadeo del titular del Ejecutivo federal, encaprichado en mentir, como tantas veces, contando la historia de que a través de un fideicomiso sin nombre “protegerá” mejor los dividendos no reclamados y que los bancos han puesto, de nuevo, a disposición del gobierno.

Me resulta especialmente curioso que un régimen que se precia de enarbolar banderas sociales, cuando actúa en sentido contrario, no se haya atrevido a tocar a los bancos, en su mayoría sucursales de matrices extranjeras, como lo hizo otro señor López hace más de cuarenta años. Aquel, el de la década de los ochenta, era todo lo contrario a un comunismo exacerbado; el actual actúa como pretenso comunista, como Fidel el de Cuba, quien tras el triunfo de su revolución de barbudos alegó que no era tal su doctrina, se rindió ante el dinero y por ello es tan apreciado -o despreciado en el fondo- por los grandes multimillonarios que doblaron sus fortunas en los dos años recientes. No es obra de la casualidad sino de una parodia consumada.

Por ello los pobres, quienes tenían alguna esperanza de mejorar su estatus al final de sus vidas, se quedaron con un golpe en las narices; y la clase media también fue nuevamente saqueada. ¿Qué mejoraron los salarios mínimos? Sí, pero tal es un burdo espejismo en el desierto de los farsantes: el poder adquisitivo fua a menos y con los ingresos actuales se adquiere mucho menos que al inicio de este casi sexenio de oprobio. ¿No lo han notado? Vayan al mercado y se darán cuenta los pobres escépticos aun enrolados al carro de las mentiras encabezado por las ratas convertidas en caballos -como en el cuento de la Cenicienta-, sus grandes voceros, El Pigmento, Cavernas y Jajajalife, además de los testaferros de estos.

Mientras, las campañas entran a su final tras el segundo debate entre pretendientes a la Presidencia que arrojó nuevos puntos para la necesaria comparación: la señora Xóchitl no es todo lo que desearíamos pero la marioneta Sheinbaum sí es todo lo que repelemos quienes estamos informados de las bajezas, ruindades y calumnias del señor de Palacio, quien dijo que por austero viviría allí alejándose de Los Pinos en donde habitó el gran Lázaro Cárdenas, uno de sus referentes más socorridos. Las incongruencias son las armas mayores del populismo, como lo exhiben los documentales sobre los grandes adalides mundiales de este signo, entre ellos López Obrador, quienes han llevado a la catástrofe a sus naciones, sea por la guerra o por los desfalcos o ambas.

Si observamos los traspiés del mandante observaremos que, en realidad, como Charles Manson, pretende un suicidio colectivo dentro de su 4T. ¿A quién otro podría ocurrírsele la Ley de Amnistía, aprobada por sus temblorosos lacayos, para rendirse ante los criminales ofreciéndoles indignos salvoconductos? Y todo ello en plena campaña electoral, en la cual la falta de agua, el alza al servicio eléctrico y, sobre todo, el recrudecimiento de la violencia y otras trampas más, se traducen en un rencor superior a la sumisión de los adultos mayores que sienten como una necesidad ingente devolverle al gobierno el favor de sus bonos votando por la continuidad más abyecta de la historia. Es tan claro que solo una mente perversa, lista a tratar de violentar la voluntad general si la ciudadanía lo permite aislándose en la abstención, puede enturbiar mediante trucos tan baratos como distribuir tarjetas de elector a los miles de migrantes apilados en los trenes llamados “bestias” que prosiguen la ignominiosa ruta de la esclavitud.

En fin, la coyuntura en México ya ha sido planteada, valientemente, por una oposición amenazada: rescatamos a México de la opresión o rompemos las cadenas de la mayor inmoralidad pública que haya sido atestiguada por el colectivo en todos los tiempos. No lo merecemos pero para hacernos respetar debemos actuar, aunque sea esta vez, con el valor propio de quienes han luchado por la democracia, antes y hoy, como en otros tiempos hicieron quienes nos dieron patria y libertad.

loretdemola.rafael@yahoo.com