Frontera Sur: Provocación y pánico por migrantes

De pronto una lluvia de piedras empezaría a caer sobre la vanguardia de la caravana de migrantes que procedentes de Honduras, avanzaba por el viejo puente internacional sobre el río Suchiate, que divide a México y Guatemala.

Eran las dos de la tarde de este viernes 19 de octubre, cuando se escuchó el grito de dolor María Peters, la corresponsal del periódico El Universal de la ciudad de México en la Frontera Sur. En medio del llanto, se había llevado las manos a la parte superior de su cabeza, de donde le brotaba sangre en abundancia.

María estaba había sido blanco de un grupo de personas que desde la ribera del lado mexicano habían lanzado piedras en contra del grupo de más de mil seres humanos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores, que tienen como ilusión llegar hasta la frontera mexicana estadounidense, para internarse de manera ilegal a territorio de la Unión Americana.

Juan de Dios García Davish, director en la entidad de la agencia de noticias Quadratin y esposo de la periodista del matutino de la capital del país, relata al columnista que alcanzó a ver a un grupo de hombres que empezó a lanzar proyectiles en contra de quienes avanzaban desde el lado guatemalteco rumbo a la garita de control migratorio del gobierno mexicano.

María, me relata, venía en la parte media, mientras yo avanzaba pegado a la maya, cuando observé a los autores de la agresión destinada seguramente a enardecer los ánimos de los transmigrantes centroamericanos, que arremetieron contra los elementos de la Policía Federal.

Y así fue, cuando un grupo de jóvenes hondureños echó abajo una elevada reja instalada de emergencia por el gobierno mexicano, asegurada con gruesas cadenas y candados, que cedieron ante la fuerza de los numerosos migrantes que la empujaron hasta derribarla.

Se daría entonces el enfrentamiento con los uniformados federales, vestidos con equipos antimotines, desarmados, pero con toletes, que después de un intenso forcejeo en el que hubo golpes, palabras altisonantes y otra lluvia de piedras, que lesionaría a varios de los agentes enviados por el Gobierno de la República, para resguardar la seguridad y el orden a la llegada de la caravana.

No obstante la desventaja numérica de los representantes de la autoridad mexicana, frente a un tumulto de por lo menos dos mil hondureños, entre los que se han mezclado guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses, después de la fricción vendría la calma al aceptar los extranjeros someterse a un control de ingreso por parte de elementos del Instituto Nacional de Migración de la Secretaría de Gobernación.

Empezarían a ingresar de manera ordenada a territorio nacional, haciendo una larga fila para esperar turno y ser atendidos por personal migratorio que les hacía llenar formatos, más que nada de mero protocolo, pues la mayoría viaja sin documentos oficiales de acreditación, quedando trunca la idea del control.

Mientras, en el paso tradicional de mayor tránsito, la del río en la que se utilizan “lanchas” construidas con cámaras de tractor y encima tablones de madera que operan las 24 horas transportando gente indocumentada y mercancías de contrabando en ambos sentidos, se había establecido un dispositivo de seguridad, en el que sobresalían policías federales armados y respaldados a discreción por miembros del Ejército Mexicano y la Armada.   

La orden fue dada a los lancheros, tanto por los gobiernos del lado guatemalteco como mexicano, de que se abstuvieran de transportar a los integrantes de la caravana hondureña.

Entrada la noche, los agentes mexicanos de la Inteligencia militar, como civil de las instancias federal y estatal infiltrados entre los hondureños, en territorio de Tecún Umán, Guatemala, informaban a sus mandos superiores que estimaban que para el sábado por la noche y domingo por la madrugada estarían acampando en Ciudad Hidalgo, más de seis mil personas, al sumarse otros de diferentes nacionalidades.

Reporte en el que precisaban también la presencia de jóvenes y adultos que entre sus ropas portaban “chimbos”, identificadas como armas “hechizas”, con capacidad de disparar balas y causar víctimas mortales.

Para entonces, los insuficientes elementos de Migración, apenas si habían registrado y otorgado el pase de internación al país, a poco más de 200 personas, en tanto la mayoría aguardaba bajo la lluvia que para entonces se hacía sentir en la colindancia con Centroamérica, provocando la desesperación de madres con menores de edad en sus brazos, que estoicamente soportaban el momento adverso, lo mismo que la mayoría de sus connacionales de todas las edades y sexos.

Inicialmente habían arribado aviones de la Policía trayendo consigo al aeropuerto internacional de Tapachula, 240 elementos bien pertrechaos, entre hombres y mujeres, para atender la contingencia representada por la oleada de hondureños en ruta a la Unión Americana. Para la noche del viernes el contingente había aumentado a 600.

Sin embargo, su presencia prácticamente es superada con facilidad por los extranjeros, cuyos líderes de la caravana han entendido que lo mejor es someterse a las reglas que ha establecido el gobierno de México, pues ello implica que una vez registrados por el Instituto Nacional de Migración y pernoctado en los albergues improvisados de Ciudad Hidalgo, empezarán a ser trasladados a Tapachula, por la mañana de este sábado 20 de octubre, en autobuses especiales, contratados por la Secretaría de Gobernación, que les transportarán hacia el norte de la república.

Toda una logística gubernamental encaminada a ejercer control estricto de la caravana, que será custodiada en todo momento por policías y militares, para evitar que aquellos delincuentes que se han integrado a la marcha, incurran en situaciones ilícitas o de provocación que se traduzcan en posibles actos de vandalismo.

Y en tanto ello ocurre en la línea divisoria con Centroamérica, en Tapachula, un elevado porcentaje de sus habitantes se encuentran inmersos en la zozobra y el miedo, como resultado de una campaña en redes sociales, en la que mentes perversas han difundido mensajes en los que anuncian que la ciudad será objeto de la violencia que provocarán los migrantes hondureños, que lo mismo asaltarán que asesinarán a quien encuentren por las calles, por lo que recomiendan que se queden en sus casas y se abstengan de salir a la calle, pues el vandalismo será parte importante de su paso por la ciudad más importante de la Frontera Sur de México.

Clima de pánico que obligaría de inmediato al gobierno federal, a implementar un fuerte dispositivo interinstitucional para contrarrestar tales versiones que trastocan la vida de más de un millón de habitantes de Tapachula, el cual daría comienzo desde la tarde del viernes.

Todo un dispositivo impresionante encabezado por el Ejército Mexicano, La Armada, Policías Federal, Estatal Preventiva, Municipal, así como Especializada de la Fiscalía General, todos armados, que mantendrán día y noche recorridos constantes por todos los rumbos de la urbe chiapaneca, hasta que los migrantes se hayan desplazado al centro del país.

Vigilancia especial a las colonias donde se tiene conocimiento habitan pandillas de las “maras salvatrucha y barrio 18”, lideradas por centroamericanos, con participación de jóvenes mexicanos adiestrados para las actividades ilícitas de narcomenudeo y prostitución.

Por la noche, en todos los rumbos de la ciudad, la población observaba con beneplácito el desfile de los convoyes encabezados por personal militar de tierra y mar portando chalecos antibalas, a bordo de vehículos artillados y blindados así como civil, que de manera coordinada y sin aspavientos, transitaban por los cuatro puntos cardinales de Tapachula, para dar certeza de que ninguno de los rumores que se han esparcido irresponsablemente por internet, es cierto.

Mientras, en horas de la mañana, el alcalde Oscar Gurría Penagos, recorría y supervisaba junto con Antonio D´Amiano Gregonis, director de la Feria Mesoamericana, los espacios que alojarán a los centroamericanos, que desde este sábado empezarán a arribar a Tapachula, en su peregrinar a Estados Unidos.

Implementación de una tarea compleja, por lo inédita, que obliga a proporcionar ayuda humanitaria y solidaria a más de seis mil personas, proporcionándoles alojamiento y todos los servicios básicos como la alimentación, agua, electricidad, colchonetas, cobijas, pañales para los niños, sanitarios móviles, médicos y medicamentos.

Ahí estarán también, para brindar apoyo espiritual y material a los migrantes, sacerdotes y religiosas de la Diócesis Católica de Tapachula, que los acompañarán en cada una de las cinco etapas tentativas que comprenderá su paso por las ciudades de la Costa de Chiapas.

La logística de seguridad federal, establece que en torno del albergue en Tapachula, se creará un cerco de vigilancia para impedir que los integrantes de la caravana abandonen el refugio donde pernoctarán. El mismo operativo se aplicará a lo largo de su travesía por el territorio nacional.

Los focos rojos se han encendido con mayor intensidad entre el grupo de alto mando de los niveles federal, estatal y municipales, luego del incidente pleno de violencia en el puente internacional del río Suchiate.

María Peters, la periodista chiapaneca que cubría la información de la internación de la caravana de migrantes dirigida por hondureños, a suelo mexicano, sería atendida en el lugar de los hechos por personal médico de la Cruz Roja Mexicana, que reportaría una herida de varios centímetros en la parte superior de su cabeza, que ameritaba de inmediato la realización de estudios especializados para descartar el mínimo riesgo de su vida.

Se le colocaría una venda para protegerla de inmediatas infecciones, pero avanzada la noche, aún no era trasladada a un centro hospitalario especializado,

para su revisión, dada su responsabilidad de informar ampliamente lo acontecido en el cruce, en el que se convertiría en una noticia que ha dado la vuelta al mundo, junto con la imagen de su rostro ensangrentado.

Por supuesto que para hacer el trabajo periodístico de María Peters y de su compañero de vida, el reconocido y respetado comunicador Juan de Dios García Davish, se requiere de una gran vocación profesional y el valor para enfrentar todo tipo de riesgos, al quedar atrapados en medio de un conflicto, que esta vez no fue más allá del apedreo.

La gigantesca columna humana que se dirige a Estados Unidos, está en marcha y ha llegado a México, donde durante su recorrido, seguramente encontrarán sus integrantes, las múltiples demostraciones de simpatía y solidaridad del pueblo mexicano.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.