Desconcierta cambio de monseñor Díaz

A mucha gente ha sorprendido el anuncio de que el papa Francisco designó a monseñor Enrique Díaz Díaz, obispo coadjutor de San Cristóbal de Las Casas, como nuevo obispo de la novel (fue creada hace 13 años) diócesis de Irapuato, Guanajuato.

Causó mucha sorpresa porque se entendía que hace 14 años, cuando llegó como auxiliar, fue enviado precisamente para prepararse con la finalidad de que cuando monseñor Felipe Arizmendi Esquivel tuviera que dejar la diócesis por motivos de edad, él le sucediera.

Esta posibilidad tomó más forma cuando en 2014 Díaz Díaz fue nombrado coadjutor, lo que le daba el derecho automático a la sucesión, pero resulta que el pasado fin de semana se anunció su cambio a la diócesis de Irapuato.

La información generó, además de sorpresas, suspicacias por el antecedente de lo ocurrido con el obispo Raúl Vera López, quien por ser coadjutor, tenía derecho a suceder al obispo Samuel Ruiz García en el año 2000.

Sin embargo, en un hecho igualmente sorpresivo, poco antes de que Ruiz García renunciara al cargo, en 1999 fue nombrado obispo de Saltillo, Coahuila, donde ahora está. Ello significa que en los últimos 17 años la medida se ha tomado en dos ocasiones en la misma diócesis, algo poco común.

Claro que en esa ocasión las condiciones políticas en el territorio que abarca la diócesis eran muy complejas por todo lo que se había generado desde 1994 con el alzamiento zapatista, y el gobierno hacía su parte para presionar a las autoridades religiosas, con el fin de que no fuera designado un obispo al que pudiera considerarse radical, como se consideraba a Ruiz García, y de algún modo Vera López ya había tomado ese camino.

Dentro de la misma jerarquía eclesiástica había posturas conservadoras contrarias a Vera López, que antes lo habían apoyado, por lo que impulsaron su cambio de la diócesis de San Cristóbal. Claro, una vez en Saltillo comenzó a expandir, por decirlo de algún modo, el modelo que aprendió en Chiapas al lado de Ruiz García, lo que podría hacer también el obispo Enrique Díaz en Irapuato, es decir, expandir el trabajo pastoral de la diócesis coleta.

En esos años, la polarización de la sociedad -de los católicos en particular-  en la diócesis era bastante marcada, mucho más que ahora y como ya se ha dicho el contexto político totalmente diferente al actual.

En esa ocasión se optó por una decisión más equilibrada y se nombró a monseñor Arizmendi Esquivel, que con su sello, sabiduría y conocimientos dio continuidad al trabajo pastoral del llamado tatik Ruiz García y por lo mismo pronto se ganó el cariño de la gran mayoría de los católicos, sobre todo de los indígenas.

Tres años después de su toma de posesión, se aceptó su sugerencia de que se designara a un auxiliar y fue enviado Díaz Díaz, bajo el entendido de que sería preparado para sucederlo, al grado de que una de sus primeras encomiendas fue que aprendiera las lenguas tzeltal y tzotzil, lo cual cumplió muy bien.

En estos 14 años, monseñor Enrique se identificó en general, con las comunidades indígenas de la diócesis, con los catequistas, los sacerdotes y religiosas, y viceversa, y en más de alguna ocasión durante celebraciones religiosas importantes delineó lo que sería su trabajo pastoral cuando asumiera la titularidad.

No pocos dentro de la diócesis piensan que con todo lo que ha aprendido y con sensibilidad e inteligencia, él era el ideal para continuar el trabajo pastoral en la diócesis, pues es apreciado y aceptado de las comunidades. 

Sin embargo, el pasado sábado nos despertamos con la noticia de que sería enviado a Irapuato, lo que ha causado desconcierto y tristeza entre muchos católicos. Algunos incluso se preguntan si no habrá habido alguna presión de mestizos racistas para que no sucediera a don Felipe, luego de que en la visita del papa a San Cristóbal hace un año, se dio prioridad a los indígenas.

La explicación que el propio monseñor Enrique Díaz dio el fin de semana acerca del sorpresivo cambio es que ya en una ocasión anterior había expresado al papa y a sus colaboradores “lo que en conciencia consideraba mis dudas sobre la conveniencia pastoral de una continuidad”, debido a “los nuevos desafíos” en la diócesis de San Cristóbal.

Dijo no rehuir las dificultades que presenta esta diócesis, una de las más antiguas del continente y con enorme peso histórico porque su primer obispo fue nada y nada menos que Fray Bartolomé de Las Casas y muchos años después, Samuel Ruiz, a quien consideran su sucesor.

También afirmó que no busca “posiciones mejores” sino que sólo pretende lo que en conciencia considera mejor para la diócesis, al tiempo de remarcar que después de 14 años de permanencia aquí considera que hay nuevas oportunidades y nuevas visiones de un nuevo pastor que venga a enriquecer a la diócesis coleta, cuando le sea aceptada la renuncia a Arizmendi Esquivel.

La lógica indicaría que el nuevo obispo de San Cristóbal, una vez que el Vaticano acepte la renuncia de don Felipe, tendría que ser un obispo ya hecho y con mucha preparación y conocimientos porque no habría tiempo de prepararlo como se había hecho con monseñor Enrique.

Uno de los problemas es que muchos obispos no están dispuestos a venir a sacrificarse a una diócesis pobre como la de San Cristóbal, en la que la mayoría de sus feligreses son indígenas y por añadidura pobres. Visitar las comunidades más alejadas representa un verdadero sacrificio no sólo por la distancia, las pésimas condiciones de las carreteras y caminos sino por las incomodidades propias de las zonas rurales. Y si encima de eso se toma en cuenta que las celebraciones en las comunidades se hacen con los ritos tradicionales, peor tantito porque muchos mestizos no se identifican con ellos.

Realizar un trabajo pastoral a conciencia como lo han hecho Ruiz García, Arizmendi Esquivel y Díaz Díaz representa en verdad desgastar la vida por llevar el evangelio a todos los rincones de la diócesis, por la fidelidad a la iglesia y un gran amor a los católicos de esas regiones pobres y abandonadas.

Por todo ello, difícilmente algún obispo acostumbrado a comodidades en otros lugares pediría de corazón venir a servir en esta diócesis. Fin.