El gobierno estadounidense había determinado sancionar a Rusia económicamente debido a su apoyo al gobierno de Siria; pero este martes, el presidente Donald Trump puso una pausa al plan. El fin de semana se bombardearon posiciones estratégicas del régimen de Bashar El Asad por parte de Estados Unidos, Francia y Reino Unido. Subsecuentemente los funcionarios estadounidenses afirmaron la poca probabilidad de que estas sanciones hacia Rusia lleguen a concretarse, y solo queda esperar futuras acciones por parte del gobierno de Trump.

Por otro lado, tenemos que el presidente estadounidense no solo es hombre de una guerra, sino que sostiene otra. Para muchos, una guerra imaginaria en el país vecino: México. Después de que ordenara el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera de México y Estados Unidos, el presidente Trump mandó a su administración, en especifico Kirstjen Nielsen actual secretaria de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, a dar un discurso para recalcar que la construcción del muro fronterizo va en tiempo y forma.

La administración de Trump ha cumplido las absurdas políticas de inmigración y según un informe de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) se indica que las deportaciones del primer trimestre fiscal de Donald Trump fueron superiores a las de Barack Obama en sus últimos tres años de gobierno.

Dejando de lado esta insensata guerra contra México, continúa el punto más serio de la presidencia estadounidense actual. Cuál será la estrategia de Estados Unidos hacia Siria y si la presencia militar será de manera diferente.

En Washington aseguran que sus políticas contra la guerra en Siria no han cambiado: “Nuestra política no ha cambiado. Estamos aún comprometidos en acabar con el Estado Islámico. Queremos ver qué pasa. El presidente también quiere que la gente en la región, nuestros socios del Golfo Pérsico, intensifiquen su actividad y hagan más, que asuman parte de la responsabilidad financiera”, mencionó la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders. Esto tuvo lugar después de las declaraciones del mandatario francés Emmanuel Macron, que afirmó: “Trump decía que Estados Unidos consideraba irse de Siria, (…) lo convencimos de que era necesario permanecer a largo plazo”.

El bombardeo del pasado fin de semana fue una respuesta al supuesto bombardeo químico del pasado 7 de abril en las afueras de Damasco y que cobró la vida de decenas de personas, además de traer consigo una serie de preguntas sobre el futuro más cercano.

Para la gran mayoría, la acción que tomó el presidente Donald Trump contra Siria es una historia de nunca acabar, y que esto es el inicio de una de sus muestras de poder. “No nos hacemos ilusiones, no podemos purgar el mundo del mal ni actuar en todos los sitios donde hay tiranía. No hay sangre americana suficiente para lograr la paz en Oriente. Podremos ser socios y amigos, pero el destino de la región está en manos de su propia gente”, fue lo que dijo Trump después del ataque del fin de semana, un mensaje en el que aparenta tomar el discurso de la tan llamada “carga del hombre blanco” del pasado, un discurso que solo trajo masacres y discriminación.

La misma discriminación que no solo lanza a lo países lejanos sino a su propio vecino es la que se esclareció después las acciones de desplegar militares a la frontera y los roces entre el discurso del presidente mexicano Enrique Peña Nieto y Trump. Esto nos deja la conclusión de que actualmente el presidente Trump tiene una obsesión por demostrar su poder, y su ya pobre demostración comenzará a repercutir en sus mismos ciudadanos.