*Muy cerca de USA

*Josefina, mártir

El 31 de mayo, desde la cubierta del Ypiranga, el vapor alemán que lo llevaría al destierro, el viejo dictador Porfirio Díaz sentenció con una crudeza terrible:

—Me voy profundamente derrotado porque dejo a México muy lejos de Dios y muy cerca de los Estados Unidos.

La frase debe observarse como una especie de expiación por los pecados de quien fue el héroe del 2 de abril de 1867 –cuando las tropas republicanas, esto es la de los mexicanos patriotas, arrebataron Puebla a los traidores al servicio del imperio espurio del barbado enajenado de Miramar—, quien durante sus distintos periodos de gobierno, hasta aquella fecha cuando comenzó su exilio irreversible, no hizo otra cosa que tratar de acercarse a la Unión Americana tendiendo una red de ferrocarriles aún existente y con canales abiertos hacia la gran potencia con la entrega de nuestros recursos naturales. Jamás podría anhelar este oaxaqueño el perdón histórico.

Más de 100 años después un presidente le corrigió la plana y abogó, durante una conferencia virtual con su homólogo estadounidense, Joe Biden, por la suerte de tener como vecino al país más poderoso de la época. Dijo López Obrador que se congratulaba por estar cerca de los Estados Unidos... (y acaso lejos de Dios). Entre los dos polos, el religioso y el entreguista escogió el segundo con una torpe incongruencia histórica y acaso para congraciarse con el demócrata que derrotó a su amigo, el anaranjado Trump, el más antimexicano de cuantos han habitado la Casa Blanca en Washington, no la de Las Lomas del fracturado matrimonio Peña Nieto... ni las grises de Houston que han sido hogar de los Locos Adams —perdón de los López Adams—.

Lo anterior es de los más significativo dentro de un periodo francamente deplorable que ya atraviesa EL PREÁMBULO DE SU FINIQUITO DENTRO DE SEIS MESES Y MEDIO, sin resultados evidentes contra la corrupción, la beligerancia, la represión y la cada vez mayor crisis económica; a ello sumamos el pésimo manejo de la pandemia que aún nos sitúa dentro de las naciones con mayor letalidad y menor eficacia para la inoculación de las supuestas vacunas salvadoras.

Solo nos falta atestiguar un hecho que sería congruente con las políticas exteriores del régimen en curso —recuerdo cuando a los amlovers les molestaba que hablara de “régimen” en los principios de la administración, creyendo que usaba el nominativo en tono despectivo o para señalar que comenzaba una especie de Soviet Supremo—, dadas las condiciones actuales: la peregrinación de AMLO a la catedral de San Patricio en Nueva York en el día en el cual se festeja al santo patrono de los irlandeses en buena medida padres de la patria estadounidense. O si no quiere llegar tan lejos le bastaría sumarse a los cientos de afincados en San Miguel de Allende quienes, de plano, realizan un carnaval verde —los colores de su tierra originaria—, para recordar la efeméride y tomar las calles coloniales de uno de los más bellos pueblos mágicos de México.

Anímese, Andrés. Nadie se lo reprochará en esta hora en la que tanto necesita quedar bien con el presidente Biden quien lo escudriña y regaña a cada rato. Se vería bien con el gorro tradicional que podría almacenar para las fiesta decembrinas y convertirse así en un elfo, uno de los duendecillos del Santa Claus cocacolero, a la hechura de Fox por decir lo menos quien surgió desde esta multinacional, para escuchar cuánto y cuáles regalos quieren no solo los niños sino los inocentes mexicanos que continúan creyendo en él... igual que en el enrojecido personaje invernal.

La anécdota

Las damas de los sambenitos, reinas de las cofradías con excepción de la muy célebre de la “mano caída”, están de plácemes porque han encontrado a otra mártir muy mexicana: Josefina Vázquez Mota.

La señora se queja, años después, por la violencia de género que la despojó de toda posibilidad de alcanzar un triunfo electoral, primero privándola de una candidatura por dedazo de Fox y después boicoteándola desde el poder tras una vergonzosa negociación de Calderón con el priismo renaciente. Vergonzoso.

Quizá deba estrenarse una función teatral propia para los lloriqueos: Margarita, la mujer de “Jelipe”, le pidió perdón desajenándose de su consorte. ¡Cuánta ternura!

Pero, al fin, llegó Xóchitl y hasta los azules se cuadraron.

loretdemola.rafael@yahoo.com