Agua que nace entre mito y leyenda

La peña se yergue imponente, inamovible. Generaciones van y vienen, pero ella sigue allí, firme, desafiando el paso del tiempo. Y a más de cuatro generaciones ha dado agua, sin egoísmo, como venero cristalino. Hoy le hicieron fiesta, por el milagro del vital líquido, de la vida. La música de marimba rompe el manto silencioso del cerro cubierto de arbolado adulto y joven. Un camino, solo recorrido a pie, pues los autos deben quedar a unos 800 metros, es adornado por vallas de esmeraldas vegetales. Al pie del cerro está un tanque de almacenamiento, con 40 mil litros de agua. Una enorme, pero discreta tubería está casi pegada entre el tanque y la peña, que luce una enorme oquedad. Es el famoso “Cerro Hueco”. La entrada más pequeña solo permite el paso de alguien chico y delgado. Pero hay otra entrada subiendo un camino escarpado, sinuoso, tapizado de hojarasca que hace resbalar al más hábil alpinista. “No tía Queta, ni lo sueñes”, grita Julieta, una joven que baja casi rodando. Ella entró por un momento a la cue