I —¡Mueran los explotadores del pueblo! —¡Mueraaann! —¡Muera el mal gobierno! —¡Mueraaa! .................................... —¡Viva don Artemio! —¡Vivaaa! Todo comenzó, en la capital chiapaneca, aquel metamorfósico 18 de octubre de 1955. La mañana era fresca... ¡deliciosamente fresca!... Los endebles rayos solares indecisos apenas se asomaban; cristalinas aguas del pequeño potinaspak, iban, bullangueramente, serpenteando las enormes piedras que a su paso encontraban; detrás de unos exóticos y verdegueantes ramajes, se oía el canto alegre y sonoro de los pájaros que revoloteaban en las copas de los frondosos tapaculos; otoñales mariposillas se posaban coquetamente de flor en flor, ofreciendo sus caricias gratuitas, mientras los chelientos perros callejeros, como traviesos duendecitos, corrían jugueteando con sus críos. El quiquiriquí de los gallos se escuchaba cada vez más lejos. Germinaba un nuevo día. Los manifestantes, enfurecidos, sudorosos y con agitados ánimos, se agolparon a la entrada del Palacio de Gobierno. Me aparté de
¡Puf, Qué Pinche Sueño!
I —¡Mueran los explotadores del pueblo! —¡Mueraaann! —¡Muera el mal gobierno! —¡Mueraaa! .................................... —¡Viva don Artemio! —¡Vivaaa! Todo comenzó, en la capital chiapaneca, aquel metamorfósico 18 de octubre de 1955. La mañana era fresca... ¡deliciosamente fresca!... Los endebles rayos solares indecisos apenas se asomaban; cristalinas aguas del pequeño potinaspak, iban, bullangueramente, serpenteando las enormes piedras que a su paso encontraban; detrás de unos exóticos y verdegueantes ramajes, se oía el canto alegre y sonoro de los pájaros que revoloteaban en las copas de los frondosos tapaculos; otoñales mariposillas se posaban coquetamente de flor en flor, ofreciendo sus caricias gratuitas, mientras los chelientos perros callejeros, como traviesos duendecitos, corrían jugueteando con sus críos. El quiquiriquí de los gallos se escuchaba cada vez más lejos. Germinaba un nuevo día. Los manifestantes, enfurecidos, sudorosos y con agitados ánimos, se agolparon a la entrada del Palacio de Gobierno. Me aparté de