Relojero, un oficio que se resiste a desaparecer

En 1962, Jorge Calvo Trinidad era peón de albañil en el municipio de Arriaga, hasta que un día recibió la invitación de uno de sus primos hermanos para aprender el oficio de la relojería, comenzando a leer libros especializados en la materia. Aprendiz Relata que su primo se especializó en el Centro Relojero Suizo de la Ciudad de México, fue un hombre muy preparado y le sugirió mudarse a Tuxtla Gutiérrez para trabajar con él. “Una vez en Tuxtla, me dijo que tenía que leer varios libros, que me tenía que aprender los nombres de todas las piezas, así como los modelos, los engranes, las muellecitas, ya que a través de los nombres es como se solicitan las piezas para realizar las reparaciones”, expresó. Después de cumplir con la lectura, una segunda encomienda fue escribir los componentes en un cuaderno; así estuvo un par de meses hasta que llegó la oportunidad de meterle mano a este objeto. Un Big Ben para comenzar Para nuestra sorpresa, el hombre bajo de estatura, con una paciencia excepcional y que no usa le