Real Madrid gana su décima Supercopa

Hasta ahora ningún clásico, esta superproducción que España exporta al mundo, retrató con tanta crudeza el cambio de ciclo que se avecina, a salvo de que al Barça haga magia en el mercado. Un Madrid en expansión y sin echar de menos a Cristiano hizo pedazos a un Barça en “shock”, al que la marcha de Neymar ha mandado a la lona hasta dejarle sin sentido. En este Madrid de Zidane, que lleva siete títulos con esta Supercopa, se confunden suplentes y titulares, bajo un manto de brillantez y eficacia. En el Barça está Messi a palo seco. Es un equipo sin músculo ni alma que va a llenar las 24 horas del día la ordenada cabeza de Valverde. El partido de Chamartín regresó en el mismo punto en que acabó el del Camp Nou, en la prodigiosa bota izquierda de Asensio, al que ya no hay fuerza moral ni táctica que le sostenga en el banquillo. El Madrid ha encontrado un futbolista superior, un portento, en el que sólo levanta sospechas su precio. En cierto modo, aún cuesta en el Madrid de Florentino considerar útil lo que no