El diablo viste a la moda

Un lucimiento interpretativo glamoroso de Meryl Streep, actriz que borda un papel modulado con acierto en muy diversos rangos, ya sea ofertando aposturas tiránicas o trazos humorísticos dentro de una cruel y calculadora actitud profesional. Su personaje, en confluencia con el de una Anne Hathaway azorada en su honestidad e identidad personal, se convierte en el eje básico de una historia que no se eleva de la superficialidad y no incide en la sátira de un ambiente artístico y laboral retratado de forma caricaturesca con tiranteces jerárquicas y ridículas preferencias estéticas. Tampoco remonta con suficiencia el trillado aspecto melodramático con el que termina revistiéndose un cuento de hadas de alta costura con aspiraciones de estilización a lo George Cukor. Nos encontramos ante un filme que no ataca ni favorece realmente a todos aquellos movimientos sensacionalistas que demandan e indican la forma de vestir, pues no cuestiona la iconografía que representa el vestirse según las tendencias del momento. La ci