El mito del cercenamiento de su lengua

Cuando aquella trágica noche del 7 de octubre de 1913 Belisario Domínguez Palencia era conducido por José Hernández, “El Matarratas” (lugarteniente de la Policía Reservada de Victoriano Huerta), y otros hombres, a un lugar sombrío y alejado de la Ciudad de México para ser asesinado, cuenta el mito (y no la historia) que hicieron una parada en la clínica del doctor Aureliano Urrutia Sandoval, que recién había dejado el cargo de secretario de Gobernación. En el quirófano, amarrado, a Belisario le cercenaron la lengua. Después fue conducido a un panteón y ahí le dispararon y lo enterraron. Un año después, cuando se esclareció su muerte en 1914 (por declaración confesa de los asesinos), su imagen fue más recordada por la valentía de sus acciones y discursos, que motivaron la disolución de las Cámaras y el derrumbamiento consecuente del gobierno de Victoriano Huerta. Más que nunca, se desacreditó al huertismo como una etapa oscura en la política y se exaltó merecidamente figura y el recuerdo de Domínguez.  La vers