La antigua costumbre de no bañarse

El rey Enrique IV de Francia, que gobernó entre los siglos XVI y XVII, ha pasado a la historia por sus grandes virtudes. Ordenó las finanzas, drenó los pantanos para promover la agricultura y construyó el famoso Pont Neuf sobre el río Sena, donde tiene una estatua. El Duc de Sully fue su gran colaborador, a pesar de algunas diferencias. Una de estas fue el papel que daban a la higiene. En una ocasión, el rey Enrique se enteró de un hecho preocupante. El Duc de Sully se había bañado. El monarca le mandó un mensaje de apoyo ordenándole quedarse en casa. Estaría muy expuesto debido a su “reciente baño”. Para el rey el cuerpo debía protegerse con tierra en los poros. El agua podía introducir enfermedades mortales. Por entonces, cualquier práctica destinada a echarse agua en el cuerpo era considerada sospechosa y nociva (hay que recordar que el rey Luis XIII, nacido en 1601, no se bañó hasta la edad de los siete años). No era extraño que, al igual que muchos otros nobles, Enrique IV fuera famoso por su mal olor.