La lectura, la gran escuela de José de la Colina

Un día, José de la Colina contó que su amor por las letras nació cuando era muy niño porque su padre lo llevaba a la imprenta en que trabajaba y a los cinco años de edad le dio a leer Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez (Premio Nobel de Literatura, 1956), que relata las anécdotas, vida y muerte de Platero, un peculiar burrito. Desde entonces, el escritor que murió en la Ciudad de México, a los 85 años de edad, esta semana se hizo un lector voraz. Leía de todo, hasta papeles tirados en el suelo. Así, como lector autodidacta, se convirtió en un escritor, ensayista, narrador, traductor, crítico literario y de cine, imprescindible para las letras mexicanas del siglo XX. De la Colina (España, 1934) se reveló a su destino, su padre quería que se convirtiera en arquitecto, pero el autor de Traer a cuento —que reúne casi su prosa completa escrita durante 40 años, e incluye siete libros: Ven, caballo gris, La lucha con la pantera, El espíritu santo, Tren de historias, El álbum de Lilith, Entonces y Muertes ejemplares